En una región dónde el hambre sigue castigando a 47 millones de personas, la pérdida y desperdicios alimentarios es éticamente inviable. Un problema que también tiene consecuencias económicas y medioambientales
dw.com
“En América Latina y El Caribe se pierde el 11,6% de los alimentos, desde la producción hasta el comercio minorista, sin incluir a este”, dijo a DW Sara Granados, Asesora Regional en Sistemas Alimentarios Inclusivos y Eficientes de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). “Eso equivale a 220 millones de toneladas al año con un costo económico de 150.000 millones de dólares”, subrayó.
El dato se recoge en el Índice Global que se incluye en ‘El Estado de la Alimentación y la Agricultura de 2019′ cuya edición está dedicada a la pérdida y desperdicio de alimentos. En ese sentido, “las pérdidas se generan en los primeros eslabones de la cadena: producción, procesamientos y transporte, mientras que los desperdicios se generan en los eslabones de comercialización y consumo”, aclaró a DW Germán Sturzenegger, coordinador de la plataforma #SinDesperdicio, una iniciativa del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que pretende reducir la pérdida y desperdicio de alimentos en la región. “En países en vía de desarrollo, prevalecen las pérdidas de alimentos, mientras que en países desarrollados, los desperdicios”, agregó.
Esta situación choca con la cruda realidad de millones de personas en América Latina. “No podemos desperdiciar alimentos cuando aún tenemos 47 millones de personas que padecen de hambre en la región”, recalcó la experta de la FAO que además de esta cuestión ética, existe la medioambiental. “El 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero en todo el mundo son generadas por el desperdicio alimentario”, recalcó.
La falta de datos es una de los principales retos que debe abordar la organización internacional que no dispone de información sobre esta cuestión en la región así como de cifras sobre la pérdida y desperdicio de alimentos en cada uno de los países latinoamericanos. No obstante, “en Argentina se pierden y desperdician anualmente más de 16 millones de toneladas de alimentos, mientras que en Colombia las estimaciones son cercanas a los 10 millones de toneladas por año, alrededor de un 34% de todo lo que se produce para consumo humano”, puntualizó el experto del BID.
A pesar de ello, según datos de la FAO, en América Latina se produce una particularidad común: “En casi todos los países, la pérdida se produce entre la post-cosecha y la distribución”, recalcó Granados. Para el experto del BID, diversos factores explican esta situación: “Se observan altos volúmenes de pérdidas en campo por falta de infraestructura y buenas prácticas de siembra y cosecha, fallas en la cadena logística y de transporte”, subrayó.
El mal estado de las carreteras provoca que los productos que no lleguen como deberían. La descomposición que sufren dichos alimentos afectan en mayor grado a las “frutas y hortalizas, un grupo muy perecible que queda fuera de la cadena de suministro y cuyas pérdidas son muy altas”, detalló Granados. No obstante, “al no tener una infraestructura adecuada para el almacenamiento, el deterioro de raíces y tubérculos es altísimo”, agregó.
El rol del consumidor y la pandemia
En cuanto a los factores que explican el desperdicio de alimentos, Granados apuntó a “la ausencia de sistemas de vigilancia y alerta que permitan a los centros de distribución identificar a alimentos que están cercanos a su fecha de vencimiento, y que no alcanzan a ser recuperados por los bancos de alimentos”.
Otro aspecto son los actos de los consumidores “por desconocimiento en el etiquetado de los alimentos, así como por malas prácticas de compra y almacenamiento de los mismos”, agregó Sturzenegger. Se trata de una situación que ha aumentado durante la pandemia de coronavirus. “Se presentó un incremento en los desperdicios de alimentos a causa de las compras de pánico y del mal manejo de los alimentos a nivel de hogares”, lamentó.
Otra de las consecuencias de la crisis sanitaria mundial fue que “hubo pérdidas porque los agricultores no pudieron sacar sus cosechas porque los mercados mayoristas tuvieron que cerrar por riesgo de contactos y las carreteras estaban cerradas”, recordó Granados.
En búsqueda de soluciones en todos los sectores
La FAO ha contemplado diversas soluciones de cara a una próxima crisis. Por ello, abogan por la creación de plataformas electrónicas que vinculen la oferta con la demanda, compras directas a la agricultura familiar y la actualización de marcos legales para la donación de alimentos, de manera que se creen incentivos tanto para la donación de empresas como para la creación de una logística adecuada para la recuperación de alimentos, entre otras.
Las propuestas de la plataforma del BID pasan por la innovación, el desarrollo de políticas públicas, el conocimiento y la promoción de cambios de comportamiento en productores, procesadores, comerciantes y consumidores. “Desde la plataforma estamos impulsando concursos de innovación a lo largo y ancho de la región; financiando pilotos de reducción de pérdidas post-cosecha y en plazas de mercado y centrales de abasto”, detalló Sturzenegger.
(cp)