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El hospital Kommunarka de Moscú está al frente de la lucha contra la covid-19 en Rusia, y aunque cuenta con modernos equipos médicos, su gran baza es la gente que trabaja en él: han perdido la cuenta de las horas que pasan en el trabajo y han alejado de sí a sus seres queridos ante el riesgo de contagio, pero rebosan de orgullo por lo que hacen. Saben que en esta situación inédita todas las miradas y toda la confianza están puestas en ellos, así que el miedo y el desaliento están descartados.
El equipo de RT y el activista social y periodista Antón Krasovski han visitado el hospital ruso especializado en el tratamiento del covid-19, ubicado en la localidad moscovita de Komunarka. Allí, decenas de profesionales sanitarios se emplean a fondo día y noche, como en el resto del mundo, para curar a los contagiados.
“Nunca pensé que habría una epidemia en Moscú o en nuestro país, pero así es. Faltaba poco para la apertura de este hospital y nadie esperaba tener que afrontar una situación como esta”, relata el anestesiólogo-intensivista, Andréi Bykov.
“De repente, llegó un equipo para organizar la apertura urgente de una sala de admisión para pacientes posiblemente infectados con coronavirus. En la madrugada del día 2 ya estaba lista la clínica, lo preparamos todo en una sola noche. Puede decirse que fue como una operación militar: una tarea muy compleja, llena de emociones, pero quizás una de las experiencias más notables de mi vida”, señala, por su parte, la enfermera jefe Liudmila Lariónova.
“Se realizó un trabajo muy serio, de mucha responsabilidad. Una clínica reformada y limpia, pero completamente vacía, en pocas horas se transformó en un centro completamente equipado; llegaban camiones llenos de material médico y medicamentos. Enseguida recibimos al primer paciente”, agrega la enfermera jefe.
“Denís Protsenko fue mi mentor, por eso acudí a ayudar de inmediato”, agrega Bykov. Protsenko es el médico jefe del hospital que está al frente de la luha contra la pandemia en Rusia.
El pasado martes, Protsenko informó que dio positivo al coronavirus. En su página de Facebook, el director del centro afirmó que se encuentra “bastante bien” y está aislado en su oficina, donde tiene “todas las condiciones para el trabajo a distancia, la gestión y las consultas de telemedicina”.
Trabajo de 24 horas por turno
El trabajo de los médicos y enfermeras en este hospital sigue siendo muy duro. Muchos de ellos se ven obligados a trabajar 24 horas consecutivas y luego solo tienen 2 días de descanso, después de los cuales vuelven a trabajar.
No obstante, incluso durante sus días de descanso, el personal de Komunarka no para de pensar en los pacientes. “Voy a casa muy poco. Pienso en muchas cosas, pero todas relacionadas con mi trabajo. Mi vida se ha dividido en un antes y un después, y ahora solo pienso en mi trabajo, creo que no puede ser de otro modo. No puedo desconectar”, afirma Liudmila Lariónova.
“El tiempo ha pasado como si fuera un solo día, largo e interminable, con una luz que se enciende y apaga en el exterior. Hay momentos en que has dormido un poco y te sientes descansado y otros en que estás agotado. Tengo sentimientos encontrados: por una parte, te embarga una especie de vacío, y por otra, una alegría casi infantil”, revela el anestesiólogo-intensivista Yegor Larin.
Ante esta situación difícil, en el hospital ahora se puede encontrar a varios voluntarios. “Vine como voluntaria porque vi que se necesitaba ayuda. […] Están cortos de personal. Siempre estamos dispuestos a ayudar con cualquier cosa, no importa cuál sea la tarea”, relata Yelizaveta Fadéyeva, estudiante de la Universidad Nacional de Investigación Médica de Rusia N.I. Pirogov.
“Cuando voy a casa pienso en que posiblemente debería haberme quedado a ayudar más”, subraya Fadéyeva.
“Es duro, pero todo irá bien”
No obstante, los médicos intentan ver lo bueno en la situación actual y esperan que se termine la epidemia en todo el mundo tan pronto como sea posible.
“Siento que estoy haciendo algo muy importante y útil. A pesar de que no soy médica, es gratificante sentirse parte de un algo tan grande”, señala Ailar Kerímova, ayudante del médico jefe.
“Nuestra profesión en sí es una guerra, en el buen sentido de la palabra. Trabajar en cuidados intensivos supone tratar con los enfermos más graves, con los enfermos que están entre la vida y la muerte. Estamos preparados para ello”, señala la internista Gulnaz Mulakáyeva.
“Quiero dar las gracias a mis compañeros, saludos a todo el mundo y ánimo. Es duro, pero todo irá bien”, afirma el anestesiólogo-intensivista Yegor Larin.