Columna: Seguridad y Defensa. Carlos Ramírez. www.24-horas.mx
Sin buscar acuerdos, en la lógica electoral del presidente Trump para su campaña de reelección y con un embajador intervencionista, los EE. UU. han iniciado una cacería de capos en México porque esos grupos controlan la venta de droga al menudeo en tres mil ciudades estadounidenses.
El asunto radica en el hecho de que a lo largo de 30 años los cárteles mexicanos se metieron en la estructura social estadounidense para satisfacer la demanda de droga de más de 30 millones de adictos.
Por ahora, Washington encarceló a Joaquín El Chapo Guzmán, jefe del cártel número uno en los EE. UU. Ahora va detrás de Nemesio El Mencho Oseguera Cervantes, capo mayor del Cártel Jalisco Nueva Generación, el segundo en poder en los EE. UU.
Sólo que los persiguen en territorio estadounidense, pero a costa de generar una guerra de resistencia en México. El Gobierno mexicano ya advirtió que no es conveniente darle de escobazos al panal, pero la Casa Blanca está urgida de apropiarse de la agenda del narco mexicano. Hace días, la DEA colocó espectaculares en Los Angeles anunciando recompensa de 10 millones de dólares por El Mencho, lo que ha agitado la violencia en México.
El embajador estadounidense Christopher Landau, inclusive, está teniendo reuniones con empresarios mexicanos y ciertos grupos de seguridad, al margen de la sensibilidad de solicitar autorización del Gobierno mexicano.
Lo de menos es la injerencia en asuntos mexicanos; lo que importa es que está desarrollando una línea de combate contra el narco en México sin tomar en cuenta al Gobierno mexicano.
Las extradiciones, las recompensas y el activismo de agencias de seguridad estadounidenses dentro de México están afectando la estrategia gubernamental de seguridad mexicana. Gobernación, Relaciones Exteriores y Seguridad Ciudadana deben de acotar a los EE. UU. o prepararse para respuestas violentas de los narcos.
ZONA ZERO
Otra de la impunidad contra la prensa: la directora editorial de La Opinión de Poza Rica, Mireya Ulloa Valencia, fue herida de varias puñaladas al llegar a su casa y amenazada de muerte por textos publicados. Ese diario ha padecido dos ataques anteriores: en marzo del 2017 su jefe de redacción fue baleado. Y en el 2005 su director Raúl Gibb fue asesinado.
Y ninguna autoridad está preocupada por Investigar.