Tras más de un año sin sus siete colores legendarios, la laguna caribeña sufre los estragos de la industria y la falta de servicios, con pérdida de especies endémicas casi irremediable
El Heraldo de México
Atardeceres, agua cálida y sus siete tonalidades de azul distinguen a la Laguna Bacalar, la joya turística del Caribe Mexicano que ha deslumbrado al mundo por su majestuoso paisaje, en medio de la selva maya. Ubicada al sur de Quintana Roo, en el poblado del mismo nombre, la Laguna Bacalar es un ambiente único en el mundo que ha capturado la atención, y miles de horas de investigación, de varios grupos de científicos.
Aquí habita la mayor población de estromatolitos de las que se tenga registro en el mundo. Se trata de formaciones de cianobacterias consideradas los primeros seres vivos que habitaron el planeta tierra, de acuerdo con el biólogo Arturo Bayona, del proyecto Gran Acuífero Maya.
Alberga también fauna endémica como el caracol chivita y la mojarra Thorichtys sp. y otras especies consideradas en peligro de extinción. En junio de 2020, luego de las intensas lluvias provocadas por la tormenta tropical Cristóbal, el paisaje de la Laguna Bacalar pasó de las siete tonalidades de azul a un marrón opaco.
Los escurrimientos pluviales recalaron en este cuerpo de agua, transformando por completo su composición biológica, explica la bióloga Melina Maravilla, directora operativa de Agua Clara Ciudadanos por Bacalar A.C. “Fue terrible ver cómo iba avanzando el color café del agua de norte a sur en la Laguna, cómo se iban perdiendo los azules de un día para otro”, añade Martha Mattiello, del colectivo Guardianes Lagunares.
No era la primera vez que entraba agua a la laguna y perdía sus característicos tonos de azul, pero su recuperación nunca había demorado tanto. Incluso las ambientalistas entrevistadas temen que eso no suceda. En casi 14 meses, sólo una fracción de la laguna ha recuperado parcialmente sus colores, en la parte sur; aproximadamente 25 por ciento del sistema lagunar, con base en las mediciones hechas con la aplicación Google Earth.
Esto se atribuye a que el mayor flujo de agua proviene de la zona de Xul Há, otro cuerpo de agua interconectado mediante una especie de río, conocido popularmente como “los rápidos”, expone Marco Jericó Nava, de la organización integrante del Consejo Bioregional de Bacalar. Pero el resto de la laguna tiene una tonalidad grisácea o verdosa, en el mejor de los casos.
El agua de las lluvias que ingresó a la laguna el año pasado no es como tal el problema, sino la carga de nutrientes y contaminantes externos que acarrea. Jericó Nava indica que en los alrededores de Bacalar se ha disparado el uso de agroquímicos en las siembras, que representan una amenaza para el agua de la zona.
La comunidad menonita ha acaparado más de 650 hectáreas de tierra para siembra industrial en Bacalar, en específico, en el ejido Salamanca. Hasta hace una década era selva virgen. Otra de las problemáticas más graves es la falta de drenaje en el poblado, expone Carla Valdez, ambientalista de Bacalar.
Sólo el primer cuadro del pueblo cuenta con este servicio, la mayoría de la población y hoteles utiliza fosas sépticas no reguladas o, en el peor de los casos, vierten sus desechos directamente al acuífero subterráneo, que está a escasos metros de profundidad. Incluso, el cárcamo de aguas residuales de las pocas viviendas y comercios que cuentan con drenaje está situado al pie de la Laguna.
NO SÓLO ES EL COLOR…
El cambio de coloración en el agua ya refleja estragos en la actividad turística, la principal actividad económica de Bacalar. Al llegar, los visitantes conocen otra laguna, no la que vieron en las postales o en Instagram. Esta situación, junto con la pandemia, ha derivado en bajas ocupaciones hoteleras y estancias más cortas, sugieren comerciantes del pueblo. Martha Mattiello, quien también es empresaria, comenta que las circunstancias han llevado al gremio hotelero y restaurantero a cuestionarse sobre el futuro de sus negocios, dependientes casi por completo de la Laguna.
Pero el cambio en la coloración del agua no sólo tiene consecuencias en el turismo, también representa riesgos ambientales. Pocos días después de la recarga de aguas pluviales en la laguna y la transformación de sus colores vino la muerte masiva de caracol chivita, un molusco acuático endémico de este lugar.
Melina Maravilla, de Agua Clara, refiere que hasta antes de este fenómeno era sumamente común ver los caracoles en la orilla de la Laguna o pegados en los muelles. Actualmente es muy raro ver alguno. “La pérdida masiva de población podría deberse a la falta de oxígeno en el agua por el cambio de las condiciones bioquímicas”, detalla.
La especialista apunta que la Laguna Bacalar, naturalmente, es un cuerpo de agua oligotrófico, es decir, con una muy reducida carga de nutrientes. Eso explica la transparencia del agua y sus tonos cuando la luz se refleja en el fondo de arena blanca. Tanto el caracol chivita como los estromatolitos están adaptados a ambientes limpios, sin nutrientes. Los cambios en la composición del agua y la reducción de los niveles de oxigenación podrían ser la principal causa de muerte, aunque aún no hay estudios que arrojen resultados concretos, añade Maravilla.
El caracol chivita, como un molusco herbívoro-detritívoro (que se alimenta de materia orgánica) coadyuva con la limpieza natural de la Laguna, de manera que se ha entrado en un círculo complicado: la eutrofización (sobrecarga de nutrientes) provoca la muerte de caracoles chivita y no hay caracoles para agilizar el ciclo de limpieza.
TURISMO INCONSCIENTE
La transformación de la Laguna se dio luego de un fenómeno hidrometeorológico, pero el poblado de Bacalar viene arrastrando una serie de problemas ambientales y prácticas no sustentables que lo llevarán al colapso, advierte David Martínez, de Guardianes Lagunares. El también operador turístico expone que los empresarios y el Ayuntamiento han sido omisos en los llamados que ha hecho la comunidad ambiental. Entre 2015 y 2019, en Bacalar se triplicó la llegada de turistas, al pasar de un aproximado de 65 mil visitantes anuales a 148 mil, según datos de la Secretaría de Turismo de Quintana Roo.
El crecimiento de la industria también ha implicado el incremento en la demanda de trabajadores y, por tanto, de la población local. Actualmente viven en el municipio 41 mil 754 personas, según el último Censo de Población del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Asimismo, decenas de extranjeros y nacionales han elegido este lugar para vivir; provienen principalmente de Estados Unidos y Argentina, según datos del mismo Censo. Pero el crecimiento de Bacalar como destino turístico no ha estado acompañado de la infraestructura que requiere. El pasado fin de semana se difundió por medio de un video en redes sociales el desbordamiento del drenaje en la calle conocida como “la Costera”, y las aguas negras terminaron en la Laguna.
David Martínez también refiere que la construcción de hoteles ha implicado la devastación de cientos de hectáreas de manglares, cuyas especies están protegidas por la Norma Oficial Mexicana 059-Semarnat-2010.
Por su parte, Carla Valdez dice que el turismo irresponsable, auspiciado por empresarios locales “inconscientes”, está ocasionando serios impactos ambientales. Hasta hace dos años, una de las actividades que ofrecían los touroperadores de lancha y velero durante los recorridos era el “baño maya”, que consiste en extraer sedimento tipo barro y untarlo en el cuerpo como exfoliante.
Esta remoción de sedimentos, agrega, afecta a los manglares y las especies que habitan y crecen en estos bosques inundados. Otra de las acciones más comunes, debido a la falta de información y vigilancia, es que los turistas pisen sobre los estromatolitos o incluso coloquen camastros encima de ellos. Los estromatolitos son una formación de carbonato de calcio cubierta por cianobacterias, que al ser pisadas pueden morir.
No obstante, por su apariencia rocosa, los visitantes pasan por encima de ellos sin pudor, afirma Valdez. La activista también hace énfasis en el uso de motos acuáticas en la Laguna, pues, además de la contaminación que generan, es común que también dañen las formaciones de estromatolitos.
La Laguna Bacalar no cuenta con ningún decreto ni programa de protección. La propuesta de conformar un área natural protegida divide las opiniones. Por una parte, la comunidad ambiental del poblado y diversas organizaciones de la sociedad civil promueven que se genere un instrumento de protección, con reglas específicas para el manejo sustentable. Por otro lado, los ejidatarios de Bacalar se han opuesto a la propuesta de un área natural protegida, bajo el argumento de la violación a su autonomía y su derecho a decidir la forma en la que quieren el desarrollo. A esta oposición se ha sumado parte del sector hotelero y prestadores de servicios turísticos, quienes ven en esta posibilidad una barrera para el desarrollo de Bacalar como polo turístico.