Columna: Seguridad y Defensa Carlos Ramírez seguridadydefensa@gmail.com
El próximo martes que arribe a la Casa Blanca, el presidente López Obrador encontrará a un presidente Joseph Biden en el peor de sus mundos posibles por la crisis económica, social y de violencia interna y el empantanamiento de la guerra en Ucrania que está beneficiando a Rusia.
La principal agenda bilateral es la migratoria. Y en ese tema, México llegará con la propuesta audaz de visas de trabajo que regularicen el flujo migratorio, aunque el problema no radica en los mexicanos que quieren encontrar empleo en Estados Unidos, sino en las oleadas por cientos de miles de personas del sur del río Bravo que buscan asilo y se están metiendo a la fuerza a territorio estadounidense huyendo de la violencia en sus países.
Cada año, en promedio EU aprueba un número total de alrededor de 1.2 millones de visas, de las cuales 25% serían para hispanos: sin embargo, datos oficiales de Estados Unidos revelan que en lo que va de 2022, se han liberado a más de un millón de personas que han cruzado de manera ilegal la frontera, con la estimación de que los demandantes de asilo de la zona latinoamericana y caribeña pudiera ser de más de un millón.
La debilidad política del presidente Biden se percibe en las encuestas donde aparece con una aprobación de casi 35%, frente a una revaloración de la popularidad del expresidente Donald Trump enfilado a la reelección presidencial en 2024. Y el brazo operativo de Biden, la vicepresidenta Kamala Harris, ha salido ya del círculo de toma de decisiones de la Casa Blanca y no pinta para candidata.
Y, por si fuera poco, el representante político y diplomático de Biden en México, el embajador Ken Salazar, ha sido criticado en The New York Times por defender más a México que a Estados Unidos.
ZONA ZERO
La celebración de los tres primeros años de la Guardia Nacional careció de una campaña publicitaria que ayudará a fijar los criterios de avances y resultados. Para fortuna de la estrategia de seguridad, las críticas de la Iglesia católica lograron apaciguarse por la falta de apoyo del Vaticano a las críticas jesuitas por el asesinato de dos sacerdotes. La jornada de paz a la que ha convocado el domingo la iglesia católica se ajusta más a la estrategia gubernamental que a la exigencia de respuesta operativa violenta de los organismos de seguridad.