- Sam Harris, vocalista de la banda estadunidense X Ambassadors, animando al público
CDMX
Ni el sol ni la lluvia y ni las tímidas ráfagas de viento pudieron incubarse en los cuerpos de los 85 mil asistentes al segundo día del Corona Capital, donde los Yeah Yeah Yeahs y Artic Monkeys protagonizaron un cierre trepidante que cambió la percepción de presenciar un festival postpandémico, porque después de atestiguar, de forma hilvanada la actuación de los neoyorquinos e ingleses nadie volverá a ser el mismo.
Primero, las notas de los YYY se colaron por los poros de la epidermis del público para después irrigar cada uno de los órganos con sus guitarrazos y la intensa voz de Karen O, que trasladaron al público a un lugar intermedio entre el cielo y la gloria.
Luego los Artic Monkeys reforzaron esa sensación expansiva de placer y prolongó el éxtasis mediante el nervio óptico, su música se desparramó a nivel celular, fecundó un chingaputamadral de ojos para no parpadear ni voltear a ningún otro lado, todos estaban atendiendo los movimientos de Alex Turner, quien no deambuló en el escenario de izquierda a derecha, bastó su canto elevado al aire y su presencia hipnótica para cautivar a los asistentes.
Desde las dos de la tarde, los pequeños éxodos de la variada asistencia comenzaron a poblar los cinco escenarios del festival.
Ya habían tocado The Altons, Beak, The Range, Belief y la maravillosa y reveladora actuación de Beach Bunny (nada que ver con Bad), cuando la lluvia turnó al sol y dio paso al trepidante pero elegante sonido de Inhaler.
Las pequeñas huidas a los diferentes escenarios poco antes continuaron para ver a Black Midi, X Ambassadors, el divertido sonido de Benny Sings y las francesas de Ibeyi que pusieron a caderear riquísimo a quienes le cayeron a verlas.
La penumbra turnó a la lluvia y salió la primera gran banda del Corona Capital: Foals con quien se vivió el verdadero ánimo festivalero, todos corearon las canciones de los de Oxford, el canto alcanzó la estratósfera y la lluvia comenzó a caer de nuevo. Mientras los sonidos palpitantes de otros ingleses pero estos de Brightman, comandados por Luke Pritchard y el resto de The Kooks desempolvaron los instrumentos y les restaron algunos cuantos miles de asistentes a los de Oxford, claro se trató de una confrontación musical amistosa: tablas el resultado los dos estuvieron de güevos.
Volvió la lluvia y después tímidamente como llegó se fue. En eso estaba cuando Liam Gallagher reunió a un puñado de público que con un set fincado en parte de temas de Oasis y otros por supuesto de su autoría, provocó el movimiento telúrico en el escenario donde tocó.
Antes del cierre llegó una colosal sorpresa con una actuación impresionante de la banda Paramore, que con su pop sólido sonaron más recios que muchos roqueros.
Al final ya sin lluvia, ni frío, con el cansancio a cuestas los miles de asistentes abandonaron el Autódromo Hermanos Rodríguez con la sensación de querer más, porque con este tipo de bandas una sola vez nunca será suficiente. La Jornada/Jorge Caballero Foto: Ocesa