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viernes 22 noviembre 2024

Pongamos que hablo de… Bazzana

«…medio profeta, medio quinqui, el lumpen es su pedigrí…» 

I

Heteroreferencia

El controvertido escritor e inventor chino Lin Yutang expresó, a propósito de la luz: «Hay dos maneras de difundir la luz. Ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja» .

Las(os) artistas suelen ser, por sus intereses y capacidades, lámpara o espejo. Rara avis son quienes, inclusive sin proponérselo, emiten y reflejan. Quizás debiera decirse de otro modo: improbables son las(os) seres de luz que, indistintamente, originan, manifiestan, dejar ver y comparten, en comunión, su resplandor.

Las(os) seres de luz son artistas, mas no todas(os) las(os) artistas son seres luminiscentes. Transformar sustancias expresivas en obras de arte, por muy original, vanguardista y revolucionario sea el resultado creativo, es apenas un ejercicio de lámpara o espejo. Esto no alcanza para ser de luz, ser el ser de la luz, y ser luz. Sí se consigue yendo, paradójicamente, en el ejercicio de arte-vida, tanto por ruta sartreana: «Pues ser libre no es elegir el mundo histórico en que se surge –lo cual no tendría sentido-, sino elegirse en el mundo, cualquiera que éste sea» ; como por mapa marxista: «Karl Marx concibe el movimiento social como un proceso natural regido por leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y la intención de los hombres, sino que, además, determinan su voluntad, su conciencia y sus intenciones» .

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El arte es una experiencia donde se usan instrumentos en la modificación de materias primas logrando una expresión novedosa altamente improbable en trayectoria hacia la apelación de una convencionalidad e imperturbabilidad psíquico-socio-cultural, esto otorga al ejercicio y a quien lo realiza una libertad sin concesiones. En este escenario el artista paga un precio por ser iconoclasta y outsider: la soledad del áltercidio es el precio de ser sí mismo.

Si se sigue el planteamiento anterior, la obra de arte es entonces una escisión, por cierto, indolora: la representación e intención del artista posee un significado y sentido encriptado, asume estatus de misterio creado a través de un ritual más cercano al autismo; la representación y apropiación de espectadoras(es) es una praxis inclusive, es un desciframiento libre y soberano, a partir de un ejercicio acicateado por una estimulación y optimización de la arbitrariedad pretextual, se trata de ir a contrario sensu  y, hallar polisemia deseablemente disímil, pues en eso radica “el/su” valor, es decir, la dotación de una riqueza instrínseca de la obra y el rastro, éste sí evidente, de la genialidad del autor.

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El “no obstante” es en la estética el equivalente a la expresión “las cosas son como son, pero pueden ser de otro modo”. El hilo de un ejercicio artístico diferenciado de reminiscencias aristocráticas y burguesas, es la problematización de una posibilidad: una praxis otrora, un ejercicio de ruptura-búsqueda-comunión disidente, una praxis íntegra de co-creación. El elemento transversal es la compartición de responsabilidad-compromiso en el hallazgo de significados-sentidos.

De lo anterior surge una duda impostergable: ¿Un(a) artista se abandona a/en su obra, delira en ella, ejerce su libertad hasta trascender la conciencia, aborta su creación y la deja vivir como un ser inerte y etéreo indeleblemente ligado a una marca o derecho de autor, pero eso sí, abierta a ser dotada de valor por una otredad anónima, distante y menospreciada; o, la(el) artista es un ser humano de limitadas certezas y de amplitud de dudas y limitaciones, pero con inquietudes, deseos, intereses, posiciones y necesidades que para ser satisfechas requieren la otredad, la complementariedad y de todo aquello donde la completitud es develada como plenitud incompleta más satisfecha en su insatisfacción?

Por muy neurótico o psicótico, profano y sagrado, iluminado u oscuro, terrenal y cósmico, galáctico o mundano, ¿acaso el arte y su praxis de creación-usufructo no es una manifestación en clave eros-tánatos de la conciencia a propósito de la imposibilidad real y probabilidad virtual de la inmortalidad, de la aportunidad de una perpetuidad relativa a condición de vivir con-en-por los otros; en vez de un repliegue en un yo profundo, emplazado en la incomunicación y la automitificación?

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Artista-obra, extrapolando un concepto ontológico de filósofo francés Edgar Morian, son una entidad-identidad cosmo-físico-bio-antropo-sociológica. Por más separación entre sí de los componentes de ese binomio, sujetan y están sujetados en sí mismos y también respecto de una realidad a la cual reproducen e inclusive, en prácticas más fronterizas o al límite, recrean e innovan. El interjuego desde donde se transita al umbral de la ruptura y de la co-creación lleva a artista-obra a una desmitificación, a la develación de intenciones y propósitos no necesariamente identificados de manera directa en la obra pero sí en la vida de la persona-artista. Más que reverencia al misterio y reberveración del enigma de culto a la personalidad, el ser humano-artista en sus manías, límites, expectativas, deseos y frustaciones asume postura, toma lugar, se coloca-descoloca, y arriesga en la manifestación certera, verdadera y legítima de sus ideas, dudas y cosmovisión sin pretensión de superioridad moral, ética e intelectual (no más el síndrome Octavio Paz). Arriesga a sumar al código estético, el de la información, la comunicabilidad, la sociabilidad, la comunalidad y, por lo tanto, acepta el riesgo del error, de la interpelación, del debate y de no tener la razón. Admite su condición de artista-persona, y de situarse y aportar su praxis creativa sin afanes de falsificación de la importancia en la construcción colectiva de conocimiento, conciencia y en la transformación de la realidad, inexcusablemente cuando ésta adolece de justicia, igualdad y verdad o, cuando está enajenada en el clasismo, etnocentrismo, racismo, egocentrismo, individualismo…

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Una larga oscuridad recorrió, apresó e inmovilizó el mundo externo y propio de los artistas. Las oligarquías construyeron, instauraron y usufructuaron a escala planetaria un modelo de vida a su imagen, semejanza y plenamente útil a su ambición depredadora, saqueadora, estafadora y necrofílica. Promovieron artistas, intelectuales y cortesanos de la cultura en una escala que va del cacique al iconoclasta. En apariencia, los inconformistas y alternativos desafiaban y ponían en vilo el establishment, mas no renunciaron nunca al aura ni a la autoconmiseración, ni a un lugar marginal pero nunca radicalmente fuera del centro de distribución de agnición: ser outsider era también un signo de distinción. Con el desmoronamiento paulatino del globalismo financierista, quienes ejercían un dandismo cultural en la élite y en las riberas de la rebeldía, coinciden en la percepción de un escenario lúgubre con múltiples grietas: el apocalipsis del populismo, la hecatombe de la democracia popular, el republicanismo antioligarca. Las gotas de luz que se filtran por las hendiduras molestan sus delicados ojos, quizás porque son las semillas de futuro de un arte-humanidad-activismo enrevesado, por un lado, a la lucha por la emancipación de la vieja tutela de la alcurnia o del rancio abolengo de dilucidación a propósito de quién sí y quién no forma parte de la nobleza por su ADN de artista; y, por otra parte, a la lucha de los pueblos por su soberanía, la fraternidad, la solidaridad y por un modelo de vida honesto y comprometido cosmo-físico-bio-antropo-sociológicamente con lo otros en un hacer común y en ser comunidad de diferentes pero iguales.

II

Autorreferencia

La autoobservación y su correspondiente expresión puede estar en un encuadre narcisista, donde la referencia a uno mismo es concomitante a la anulación de los otros: uno es, el otro… no. Así mismo, existe un marco álterego, y al respecto es ampliamente sugerible en el campo artístico (en tanto manifestación como lenguaje externo e interiorizado), tener en cuenta en la dilucidación de toda autorreferencia la demostración de Lev. S. Vigotsky  del tránsito de un lenguaje egocéntrico a un socializado y luego de éste a uno interiorizado del pensamiento y del conocimiento donde existe irreductiblemente un marco sociohistórico incrustado en la autoconciencia: cualquier referencia a uno mismo, es la revelación no nada más de los otros que soy, también de los que no soy y, por muy afuera, distantes, lejanos y ajenos a mí, de todo aquello (de ayer, hoy y mañana) y todos aquellos (presentes, ausentes y posibles) que me constituyen.

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En una primera aproximación, Bazzana expresa acerca de sí mismo y la otredad: «Veo unos rasgos míos en el otro. Ratifico quién soy y cómo me muestro» .

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En una segunda aproximación, Bazzana manifiesta lo que se ha sido antes de la desaparición de los trenes, las estaciones… y del barrio: «Al pibe que fui y perseguía los trenes en la estación de mi barrio» .

III

Referencia

Pongamos que hablo explícitamente de Alex Bazzana: él es una de esas gotas de luz, semilla de futuro, cuyo arte es una ofrenda a la exploración de uno mismo, a la búsqueda de un conocimiento sensible y comprometido de la otredad (se busca a los otros, porque si no, no es posible dar con quien es uno mismo), y a la sensibilización y concienciación del indispensable enlace con los demás en un telar de sueños, esperanzas e inconformidades («Es preciso soñar, pero con la condición de creer en nuestros sueños. De examinar con atención la vida real, de confrontar nuestra observación con nuestros sueños, y de realizar escrupulosamente nuestra fantasía» ) como motores del encuentro con lo que somos: comunes en colaboración para crear formas de organización y proyectos de vida socialistas/comunistas a imagen y semejanza del cosmos, aunque a una escala infinitesimal. Los resultados de su trabajo cotidiano, donde se indiferencian arte y vida, son diversas formas estéticas que adoptan una organicidad de seres vivos y una estructura-funcionalidad de productos colaborativos-compartidos cuya condición ética es ser bienes colectivos, es decir, propiedad de nadie, sí de todos (y de cada uno), y de usufructo-empatía de las más diversas causas perdidas, «…universales, quiero decir».

Diego Juárez Chávez.

CDXM, jueves 28 de septiembre de 2022

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