Una gran avalancha de miles de migrantes cruza la frontera de México hacia Estados Unidos, en un total caos, desinformación, miedo y confusión. Durante la noche, un elevado número de indocumentados cruzó el Río Bravo, arriesgándolo todo. En la línea divisoria de California, Arizona y Nuevo México ocurrió lo mismo, pero en áreas desérticas de grave riesgo, informó la Patrulla Fronteriza.
Los centros migratorios fronterizos colapsaron anoche. Al menos había 45 mil migrantes bajo custodia, pero tuvieron que dejarlos ir por ya no tener espacio.
Además, el desconcierto aún impera entre las personas que ingresaron sin documentos a Estados Unidos; ya que unos aceleraron el cruce, debido a que se enteraron de las nuevas disposiciones del Título 8, que son más restrictivas que las del Título 42, que concluyó esta medianoche. Al cierre de esta edición, en la madrugada del viernes, seguían los cruces. Miles más esperaron las primeras horas de este viernes para solicitar asilo al concluir la normatividad señalada.
El gobierno de EU reconoció ayer jueves que tenía 45 mil migrantes bajo custodia. Los centros migratorios fronterizos de detención están colapsados. En una medida para descongestionar las abrumadas instalaciones de detención, los agentes de la Patrulla Fronteriza recibieron la orden de comenzar a liberar a algunos migrantes con instrucciones de que se presentan en una oficina de inmigración en Estados Unidos en un plazo de 60 días.
El gobierno del presidente Joe Biden ha estado revelando medidas con las que se reemplazará el llamado Título 42, un programa que suspendió los derechos de solicitar asilo desde marzo de 2020 con el fin de prevenir la propagación de COVID-19. El Título 42 expiró ayer jueves.
El Departamento de Seguridad Nacional anunció una regla para que sea extremadamente difícil para cualquier persona que viaje por otro país —como México— calificar para obtener asilo. También introdujo toques de queda con grilletes para las familias puestas en libertad en Estados Unidos antes de sus evaluaciones iniciales para un posible asilo.
En Matamoros, al otro lado de Brownsville, se vieron llegar migrantes de forma constante, desnudándose antes de descender por una orilla empinada con su ropa dentro de bolsas de plástico. Se adentraban lentamente en el río, incluso un hombre con una maleta abierta sobre la cabeza en la cual llevaba un bebé.
Ya en la ribera estadounidense del río, se ponían la ropa seca y se abrían paso a través de vallas de alambre de cuchillas. Muchos se entregaron a las autoridades, con la esperanza de ser liberados legalmente en suelo norteamericano mientras tramitan sus casos ante los abrumados tribunales de inmigración, algo que podría llevar años.
La Patrulla Fronteriza detuvo a unos 10,000 migrantes el martes, uno de los días de mayor actividad de su historia, según un funcionario estadounidense que habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a hablar públicamente. Esa cifra era casi el doble de la media diaria de unos 5,200 en marzo, los últimos datos disponibles públicamente, y se acerca a los 11,000 que las autoridades estadounidenses han pronosticado como el límite superior de una oleada que prevén con el fin del Título 42. Se prevé que entre jueves y viernes se detendrán a más de 45 mil.
Pero, a pesar de ello, los extranjeros siguen lanzándose al agua para alcanzar suelo estadounidense y, aunque algunos han sido retornados por el mismo caudal hacia México, otros han logrado su paso, principalmente porque traen consigo menores de edad.
En las últimas 24 horas, grupos de migrantes, venezolanos en su mayoría, se han internado en el río que divide ambos países y, aunque las autoridades han intentado inhibir la acción, se continúan filtrando familias a lo largo del río.
Esto ocurre ante la incertidumbre que ha traído la entrada en vigor del Título 8, que implica “expulsiones rápidas y masivas de los ciudadanos migrantes que incumplan la normativa estadounidense” de ingreso a ese país.
En el lado mexicano, los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) se apostaron en los puntos donde había flujo de migrantes, mientras militares estadounidenses colocaban la filosa alambrada para impedir su paso e, incluso, les gritaban que regresaran a México.
En un momento crítico los militares estadounidenses reclamaron a gritos a los agentes del INM por qué estaban dejando pasar a los migrantes, mientras que los mexicanos los culpaban de quitar, momentáneamente, la filosa alambrada para dar paso a grupos de migrantes. El Independiente/Redacción