Libia, tierra marcada por años de conflicto y divisiones políticas, se ha sumido en una tragedia de proporciones épicas. Una monumental tormenta, bautizada como Daniel, ha desencadenado un caos inimaginable en Libia, dejando a su paso devastadoras inundaciones que han cobrado la vida de miles de personas.
Las estimaciones iniciales temen que al menos 10,000 individuos podrían haber desaparecido en esta catástrofe. Las ciudades costeras, como Derna y Bengasi, han resultado particularmente afectadas, con represas que se desbordaron, arrasaron edificios y dejaron una estela de destrucción. Derna, una ciudad con alrededor de 125,000 habitantes, ha sufrido un golpe especialmente duro, con la pérdida de hasta el 25% de su territorio.
El ministro de aviación civil de la administración del este, Hichem Abu Chkiouat, informó que ya se han recuperado más de 1,000 cadáveres solo en Derna, pero advierte que la cifra de muertos podría ser mucho mayor, considerando la magnitud de la tragedia. Abu Chkiouat estima que el número total de muertos en todo el país podría superar los 2,500, a medida que se revela el destino de las personas desaparecidas.
Las imágenes y relatos de la devastación son desgarradores. Vehículos volcados, árboles derribados y casas inundadas han dejado una estampa de caos en las ciudades afectadas. Equipos de búsqueda y rescate se movilizan desesperadamente en busca de sobrevivientes y víctimas.
El Papa Francisco, entre otros líderes mundiales, expresó su profunda tristeza por las muertes y la destrucción que ha azotado a Libia. Sin embargo, este desastre solo agrava la difícil situación de un país políticamente dividido y afectado por la falta de servicios públicos desde el levantamiento de 2011.
La tormenta Daniel ha llevado a un llamado urgente de ayuda humanitaria, con equipos navales buscando a familias arrastradas al mar y comunidades empobrecidas a lo largo de la costa norte desplazadas sin perspectivas de regresar a sus hogares.
Mientras Libia lucha por hacer frente a esta tragedia sin precedentes, el mundo observa con preocupación y empatía, esperando que la ayuda internacional y los esfuerzos de rescate puedan aliviar al menos en parte el sufrimiento de su pueblo.
Esta historia en desarrollo continuará desvelando las dimensiones completas de la devastación y la magnitud de la respuesta humanitaria necesaria. El Independiente/Redacción Foto Cortesía Getty
