Columna: 24 HORAS MADRID Alberto Peláez
Más de cinco millones de personas viven invisibilizadas desde hace más de un año en las fronteras de Ucrania con Polonia, Moldavia, Eslovaquia, Hungría y Rumanía.
Al principio todo fue solidaridad y noticias. Los camarógrafos y los reporteros se apostaban en esas fronteras para comprobar el drama. Más de cinco millones de vidas que se habían marchado con lo puesto y sus tristezas para llorarlas en esas fronteras.
Pasaron los meses y también se cumplió el año y sus memorias se perdieron por el camino de la soledad. Hoy son almas desterradas. Ya no hay cámaras ni reporteros que atestigüen su largo e infortunado destino.
Todos seguimos haciendo nuestras vidas. El planeta es tan duramente inflexible que no se detiene ante nada ni ante nadie. Sigue teniendo una total falta de empatía. El tiempo no se detiene. Tal vez nunca supo hacerlo.
Estos emigrantes forzosos no tenían otra opción más allá de la muerte, y su instinto de supervivencia es mucho más poderoso.
Pero muchos de ellos también cayeron en las profundidades de la depresión. Un túnel obscuro de tener que seguir porque la guerra iba a comerlos. Llegó a sus mentes y así como destruyó casas y edificios a base de bombardeos, también bombardeó sus intelectos. Y esas enfermedades – las mentales – son tanto o más peligrosas que las físicas. Y ahí están como fardos inermes pasando frío o calor, esperando algo para comer o para beber, retorciéndose en su propio vómito de depresión; maldiciendo a la guerra y a sus sayones. Ellos no son culpables, son inocentes y víctimas que no tienen nada que ver pero que sufren las consecuencias. Ellos, los refugiados que se convierten en estigma sin querer, porque ya todo el mundo los mira de otra manera; el mundo con ternura y tristeza, ellos con rencor pero con resignación, esperando un hálito de esperanza que tendría que llegar de la mano de Putin o Zelenski pero que no va a llegar porque sus “jefes” son mucho más orgullosos que la propia paz.
La Tierra, mientras tanto, sigue girando sin importarle la guerra o las víctimas./