La disputa por el agua amenaza a Casa Madero con reducir sus viñedos a la mitad en los próximos años. Entre conflictos con ejidatarios, un acceso cada vez más limitado al recurso y actos de hostigamiento, la región lucha por preservar su legado.
El agua ha sido siempre la arteria vital de Casa Madero, la vinícola más antigua de América, fundada en 1597 en Parras, Coahuila. Hoy, ese mismo recurso que dio origen a su historia amenaza con convertirse en una sentencia, no solo para ellos, sino para toda una región.
Desde hace más de siete años, el volumen de agua disponible en la zona ha disminuido drásticamente. Antes, el sistema de acequias que abastece a los viñedos y otras plantaciones llegaba a transportar hasta 1,000 litros por segundo. Hoy, esa cantidad se ha reducido 60%, dejando menos de 400 litros por segundo. Esta reducción ha tenido un impacto directo en la producción de vino, un producto que, en promedio, requiere entre 600 y 850 litros de agua por botella.
Desde 2018, el conflicto con los ejidos San Lorenzo y 28 de Agosto ha puesto en jaque el acceso de Casa Madero al agua, reduciendo la superficie de sus viñedos y forzando decisiones drásticas para mantener viva su producción. En palabras de su codirector general, Brandon Milmo: “Tuvimos que sacrificar los nogales, se secaron. Hemos perdido 60 hectáreas de viñedos de las 400 que teníamos, y de seguir así, podríamos reducirnos a 200 en unos años”.
El origen del conflicto
El problema del agua en Casa Madero no es reciente y se remonta a la forma en que históricamente se ha distribuido el recurso en la región. “Estas aguas han regado los viñedos de Casa Madero desde el siglo XVI”, explica Milmo. Sin embargo, a lo largo del tiempo, las reglas sobre su uso han cambiado. “El convenio más antiguo que tenemos data de 1899, y con el paso de los años se han firmado otros acuerdos cuando se formaron los ejidos”, agrega.
En estos convenios, se estableció que el agua debía repartirse de manera proporcional entre los distintos usuarios. “Si hay más agua, todos ganamos. Si hay menos, todos nos ajustamos el cinturón”, dice Milmo. Sin embargo, la merma del recurso en las acequias ha llevado a un conflicto entre los ejidos y Casa Madero. “Antes, estas acequias transportaban hasta 1,000 litros por segundo. Hoy en día hay menos de 400 litros por segundo”, puntualiza.
El problema central, según Milmo, es que algunos ejidos exigen recibir la misma cantidad de agua que se les asignó en el siglo pasado, sin considerar que el volumen total ha disminuido. “Los ejidos dicen: ‘A mí me dotaron 120 litros por segundo en 1937, y no me importa que hoy haya menos agua, quiero mis 120 litros’. Pero para obtenerlos, tienen que quitárselos a alguien más”, explica. Esta disputa ha provocado invasiones en los puntos de distribución del agua y ha exacerbado la crisis.
Un conflicto de alto riesgo
El enfrentamiento por la propiedad del agua no es un fenómeno nuevo, pero en el caso de Casa Madero, la disputa ha escalado hasta niveles alarmantes. La invasión de infraestructura de riego, amenazas directas contra trabajadores y, más recientemente, un incendio que pudo haber sido intencional, son solo algunas de las manifestaciones de una crisis que, además del cambio climático, tiene raíces en la falta de Estado de derecho. “La violencia y las amenazas se han convertido en herramientas para controlar la distribución del agua”, denuncia Milmo, quien señala que el conflicto no solo es con los ejidatarios, sino que detrás hay operadores políticos y otros actores interesados en desestabilizar a la empresa.
El agua que se desvanece
El agua a la que tienen derecho sale de un caudal o digamos de una fuente de agua que se ubica dentro de las instalaciones de Casa Madero. El 11 de octubre de 1993, se publicó en el Diario Oficial de la Federación una sentencia que efectivamente concede al poblado de San Lorenzo —ubicado en el municipio de Parras— “el volumen necesario y suficiente de agua, que será determinado por el órgano competente, para el riego de cien hectáreas que beneficiarán a 70 ejidatarios”.
Sin embargo, los ejidatarios han denunciado que en los últimos años les ha estado limitando el acceso al agua, otorgando menos de la que les corresponde, a lo que la vinícola responde que “hoy la disponibilidad del agua es menor, lo que afecta a todos por igual, ejidatarios y agricultores de Parras”.
Ante la crisis, Casa Madero ha tenido que replantear su estrategia de supervivencia. Primero sacrificaron sus nogales, árboles centenarios que formaban parte del legado histórico de la vinícola, para destinar toda el agua posible a las vides. Ahora, incluso los viñedos corren peligro.
La empresa ha invertido en sistemas de riego más eficientes, estaciones meteorológicas y una planta de tratamiento de aguas residuales para reaprovechar el líquido en la producción. Sin embargo, estas soluciones no bastan cuando el acceso al agua sigue en disputa y las autoridades municipales no han logrado garantizar el cumplimiento o una nueva actualización de la ley.
Un incendio como advertencia
El incendio que afectó parte del viñedo y algunas bodegas fue el punto de quiebre. Casa Madero ha denunciado públicamente el hostigamiento, señalando que las amenazas previas podrían estar vinculadas con este siniestro. “Protección Civil del municipio de Parras indicó inicialmente que el incendio pudo haber sido provocado, aunque posteriormente cambió su versión.”, revela Milmo.
Frente a esta realidad, han tenido que duplicar su inversión en seguridad privada, incluyendo la contratación de guardias armados para proteger a su personal. “Nuestros empleados han sido fotografiados, amenazados y perseguidos. Les dicen a qué hora salen, que carro usan. Es un clima de terror que no debería existir en una empresa que solo busca producir vino, en ocasiones nos sentimos como en la serie de Narcos”, lamenta el directivo.
Mientras en otras partes del mundo los productores de vino se preocupan solo por sus viñedos y su mercado, en Casa Madero dedican una parte significativa de su tiempo y recursos a la defensa de su derecho al agua. Milmo insiste en que la única solución viable es la intervención del gobierno del estado de Coahuila para restablecer el orden y garantizar la distribución equitativa del recurso. “No queremos conflictos, solo lo que nos corresponde, de acuerdo al agua que hay, y poder seguir haciendo vino en la tierra que nos ha visto crecer por más de 400 años”.
El Economista / Miriam Lira Fotos: Casa Madero