- Desde la perspectiva mexicana, ¿sería legítimo o eficaz que Estados Unidos empleara drones contra los cárteles de la droga en suelo de México? ¿Hay mejores alternativas en la lucha contra el narcotráfico?
Según la prensa local, la opción de usar drones contra los carteles del narcotráfico en México estaría sobre la mesa del presidente Donald Trump, quien designó a seis de ellos como grupos terroristas.
La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum y el propio Pentágono la han desestimado. Pero un exagente de la DEA consultado por DW la considera “probable”, al menos en forma de “un ataque preciso”.
La soberanía de México
México no puede impedir que drones de alta tecnología para escuchas o toma de fotografías vuelen en el espacio aéreo estadounidense, como en efecto ocurre, dice a DW Javier Oliva, coordinador de estudios de defensa, seguridad e inteligencia de la UNAM. Pero considera “poco probable” una intervención selectiva con drones artillados y descarta de paso, como “francamente improbable”, una intervención militar de mayor envergadura.
“México lo consideraría una violación severa a su soberanía”, señala a DW Cecilia Farfán, jefa del Observatorio de América del Norte de la Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional (Gi-TOC).
En el derecho internacional, sería “una agresión física, armada”, subraya, por su parte, el académico de la UNAM, y saca a colación un trauma histórico de fondo en las relaciones con el vecino del norte: México perdió más de 2 millones de kilómetros cuadrados de territorio anexado por EE. UU. tras la guerra de 1846-1848.
No obstante, quizás habría sectores de clase media urbana que verían algo así como una solución, “ante la muy prolongada crisis de violencia creciente que tenemos en el país”, concede el experto.
La eficacia de la opción de fuerza
Como sea, “recordemos que EE. UU. viene de una estrepitosa derrota militar en su guerra más larga de la historia, que es la de Afganistán, y el talibán está de regreso. Entonces, tampoco es que estas opciones de fuerza hayan funcionado”, contextualiza Javier Oliva.
La idea de un ataque quirúrgico con un dron para destruir un laboratorio del narcotráfico o a líderes de cárteles presupone que el negocio del narcotráfico está localizado y concentrado en algún lugar remoto, “que se puede destruir como si fuera un objetivo táctico y que eso va a eliminar el problema, pero la realidad es que el negocio del narcotráfico no funciona así”, advierte, por su parte, Cecilia Farfán.
Se trata de un negocio ilegal que tiene, como cualquier negocio, muchas aristas y personas involucradas en la producción, transporte, logística, almacenamiento, corrupción, lavado de dinero. “Tú puedes destruir un laboratorio clandestino, pero ¿cuántos más tienes y cuántos más van a surgir?”, cuestiona la experta en crimen organizado en contextos de violencia crónica.
La perspectiva transnacional
“Algo que cada vez se discute más, pero no se discute suficiente, es que también hay muchos ciudadanos estadounidenses involucrados específicamente en el tráfico de fentanilo, algo que sin duda preocupa a la administración Trump”, añade la politóloga Farfán. Su colega Oliva va más allá y habla de “autoridades estadounidenses coludidas con el narcotráfico” como la única explicación para la amplia presencia de la droga y los cárteles que registra la DEA en Estados Unidos.
Otro punto importante, para el experto, es la responsabilidad de ese país en el clima de violencia que vive México, más allá de las drogas mismas: “De cada 10 armas que se incautan en escenas de delitos en México, 7 fueron vendidas en EE. UU.”, asegura.
Como sea, para Farfán, esta conversación tendría que girar en torno a “cómo se puede trabajar desde la perspectiva transnacional, para desarticular lo que son redes transnacionales”. Aunque un tema central para cualquier cooperación es la confianza, “obviamente erosionada entre actores institucionales en ambos países”, y que urge reconstruir.
Falta de confianza en autoridades civiles mexicanas
Estados Unidos ya ha llevado a cabo operaciones encubiertas en México, concede Oliva, citando el “secuestro internacional” de un narcotraficante histórico, Ismael “El Mayo” Zambada, y de uno de los hijos de “El Chapo” Guzmán. Hasta hoy, “no le han informado al Gobierno mexicano qué hicieron o cómo lo hicieron”, afirma el experto en seguridad e inteligencia de la UNAM.
¿Qué demuestra esto? “Que no hay confianza en las autoridades civiles mexicanas, no para una operación conjunta”, dice. Sin embargo, sí hay protocolos de colaboración militar: una conferencia de comandantes de la frontera y 10.000 soldados estadounidenses y 10.000 elementos de la Guardia Nacional desplegados allí, por acuerdo entre las partes.
Responsabilidad compartida y cooperación
La cooperación entre México y Estados Unidos no está en su mejor momento. La división de causas y responsabilidades entre países consumidores, por un lado, y productores y de tránsito, por otro, ha sido usada por ambas partes para trasladar la causa de sus problemas con la droga al exterior.
Pero, con Sheinbaum, ha habido un “sutil” cambio de narrativa por parte del Gobierno mexicano, importante para llevar a Estados Unidos a la mesa: se ha pasado de culpar a EE. UU. del consumo al discurso sobre la “responsabilidad compartida” para atender este “problema regional”, observa la politóloga Farfán.
Como efectos más probables de la designación de los cárteles mexicanos como grupos terroristas, su colega Oliva prevé la apertura de expedientes en Estados Unidos a “funcionarios y funcionarias mexicanas del Gobierno anterior y de este” coludidos con el narcotráfico, así como presiones al Gobierno mexicano para su extradición.
Crucial para cualquier tipo de cooperación sigue siendo “tener mecanismos acordados para poder intercambiar información. Y, sobre todo, acordar quiénes son esos actores, cómo se va a aprobar a la gente autorizada para sentarse en esa mesa”, agrega Farfán,
Para Oliva, un concepto clave en este caso es la “diplomacia militar”, protocolos de entendimiento y acercamiento entre militares que “juegan un papel muy importante para la estabilidad de las democracias y la paz en el continente”; así como los controles migratorios y financieros, que, en su opinión, han tenido hasta ahora el mayor éxito en poner algún freno a las operaciones terroristas internacionales.
DW / Rosa Muñoz Lima Imágenes: Gregory Bull/AP/picture Alliance, Carlos Moreno/NurPhoto/picture Alliance, imago images/USA TODAY Network, Carlos Moreno/Anadolu/picture alliance
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