Columna: Seguridad y Defensa Carlos Ramírez seguridadydefensa@gmail.com
En el contexto de las advertencias del Departamento de Estado a ciudadanos americanos para no viajar a zonas mexicanas de violencia y de los muy estrictos reportes de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU contra México, hay que revisar los últimos tiroteos callejeros en Estados Unidos, que sumaron 107 fallecidos en los tres primeros meses de este año.
Las cifras estadounidenses de violencia nada piden a las mexicanas. El Gun Violence Archive enlistó los saldos sangrientos de esta violencia: 4 mil 035 muertes por armas de fuego, 7 mil 240 heridos con armas de fuego, 207 niños de entre 0 y 11 años heridos, 921 adolescentes y 299 tiroteos no intencionales.
El periodista Gabriel Lerner, editor emérito del periódico La Opinión de Los Ángeles, escribió en su sitio Hispanic LA que la violencia derivada de las armas de fuego en Estados Unidos es, en los hechos, igual a muchos países latinoamericanos, aunque con una característica que llega a estremecer: los estadounidenses “matan por matar”.
Los últimos tiroteos y masacres en Estados Unidos llegan a conmover porque son producto de expresiones de violencia de personas no vinculadas al crimen organizado, sino derivadas de la facilidad legal para acceder a las armas de fuego.
Y si a estas cifras se agregan las víctimas mortales de sobredosis en el uso del fentanilo ante la pasividad gubernamental, los datos conducen a la preocupación sobre el deterioro de la sociedad norteamericana más allá de los indicios propagandísticos del sueño americano.
No debe olvidarse, tampoco, el hecho histórico de que el imperio territorial, político y armado de Estados Unidos fue producto de la violencia ejercida contra los indios y los mexicanos que fueron despojados de sus tierras en el siglo XIX. La Segunda Enmienda que garantiza la posesión libre de armas fue producto de ese espíritu guerrero que violentó a las minorías.
ZONA ZERO
Las cifras de violencia criminal en México han comenzado a disminuir de manera lenta, pero no se han controlado las razones de las disputas territoriales entre cárteles del crimen organizado que siguen aumentando los índices de homicidios dolosos entre criminales, aunque, de manera lamentable, con daños colaterales a la población civil.