Columna: Seguridad y Defensa Carlos Ramírez seguridadydefensa@gmail.com
A veces los debates presidenciales fallan por la falta de una conducción de estrategia de comunicación: el Gobierno federal no cuida a los delincuentes porque sean personas, sino que se cuida de evitar abusos en la violación de derechos humanos de presuntos delincuentes.
Asimismo, la declaración presidencial de “cuidados a los delincuentes” se localiza en la parte fallida de la propuesta de construcción de la paz: las bandas criminales debieron de asumir el desafío de disminuir la utilización de la violencia entre ellas y contribuir de manera directa e indirecta a la estabilidad de sus zonas de influencia.
Para sumarse a la pacificación de zonas en conflicto, las bandas criminales supusieron que el retiro de la fuerza del Estado era una especie de carta blanca para asumir el control violento de esos espacios territoriales de la soberanía del Estado.
El modelo de construcción de la paz tuvo el defecto de suponer que las bandas criminales entenderían la lógica de la responsabilidad de disminuir la violencia para un reparto pacífico de territorios y funciones; en este sentido, las bandas entraron en una lógica de disputa aún más violenta de territorios dejando en todo el país la marca del aumento de homicidios dolosos por la lucha territorial y estratégica entre las bandas.
Las evidencias de aumento de actividades criminales violentas están obligando al Estado a regresar a la gestión directa de la seguridad, con el costo inevitable de choques armados y de aumento en las cifras de inseguridad. A la estrategia de construcción de la paz le faltó la parte más importante para la cual el Gobierno federal no estaba preparado: un pacto formal con las bandas criminales y una negociación que implicaría la sesión espacio político no territorial a las organizaciones delictivas, lo que derivaría en una pérdida aún mayor de la soberanía territorial del Estado.
En ese vacío político y de poder se encuentra la estrategia de seguridad.
ZONA ZERO
Cada vez se cierran más los espacios alrededor de los cárteles de El Chapo y de El Mencho por su papel en la producción y contrabando de fentanilo a Estados Unidos, pero al mismo tiempo cada vez se siente más la presión estadounidense para luchar contra ese flagelo de la droga en México y no dentro del territorio estadounidense, donde existe la libertad de consumo, a pesar de los más de 100 mil muertos por sobredosis el año pasado.