El Independiente/Salvador González Briceño
- “El Reino Unido ha mostrado su complicidad en esta farsa al acceder a extraditar a un extranjero por cargos de motivación política que se derrumban ante el más mínimo escrutinio” “Sentada a unos seis metros de Julian Assange, me impresionó cómo se había convertido en una sombra de lo que fue”: Julia Hall, Amnistía Internacional
Al parecer la saña legaloide está a punto de cumplirse. A partir de ahora se ve complicado que la justicia británica acceda a cualquier petición de recular ante las apelaciones que interponga el grupo de abogados todavía. Pero no hay peor lucha que la que no se hace.
No queda más que la amenaza se cumpla: condenar al cofundador del portal WikiLeaks a los 175 años de cárcel previstos por los también presuntos 17 delitos que cometió al violar la Ley de Espionaje, poner “vidas en peligro” al exponer públicamente los materiales de guerra.
Sí, el contrasentido en términos de cerrar los ojos ante los atropellos del ejército de los Estados Unidos cometidos en sus guerras de Oriente Medio, a cambio de un absurdo supuesto de poner “vidas en peligro” por las publicaciones. Una serie de crímenes o asesinatos contra un supuesto sin sustento alguno.
Pero así es todo el proceso: un absurdo. ¿Entonces cuál fue el pecado de Assange? Publicar entre 2010 y 2011 materiales filtrados a WikiLeaks, en ese caso la exsoldado Bradley Manning, que exhibiera el sucio proceder de un ejército invasor. Cuando “publicaciones de este tipo de información son una piedra angular de la libertad de prensa y del derecho de la ciudadanía a acceder a información. Debe protegerse, no criminalizarse” (Julia Hall, en https://cutt.ly/qKaRtg8).
El primer problema fue la presunta “seguridad” bajo la cual se presume debería estar dicha información para evitar su filtración, tan “confidencial” como que delata las violaciones de los derechos humanos de terceros por parte del Pentágono en otros países contra los que declaró una “guerra” sin razón.
Qué decir —sin motivos— montón de pretextos, por el tema del terrorismo que Washington mismo, a través de la CIA principalmente ha financiado en muchos países para generar disturbios y responder a sus intereses.
Dos periodistas de Reuters
Por tanto, hasta por eso, por la denuncia de actividades de asesinar civiles sin motivo alguno por tratarse de inocentes, los delitos son asesinatos colectivos, como el que se observa en el video difundido en 2010 en WikiLeaks y donde también mueren dos civiles periodistas de la agencia Reuters.
Es decir, el hecho que se hayan ventilado los crímenes, no solo cometidos en Iraq y Afganistán —la crueldad del trato a los “terroristas” detenidos en Afganistán y traídos a la prisión de Guantánamo en Cuba, forma parte de dichas denuncias—, y desvelado al mundo el proceder de un ejército invasor, de países cuya desgracia fue el ser elegidos como escenario de guerra. Toda información de carácter pública.
Por eso y contra eso no se dice una palabra. No hay juicios en proceso en contra de los oficiales, generales y menos políticos estadounidenses como los propios presidentes (de George Bush a Barack Obama, pasando por Donald Trump y alcanzar a Joe Biden) que ordenaron o continuaron dichas “campañas” militares.
La propia sociedad estadounidense no tiene claros los acontecimientos —lo que hace “su ejército”—, cuando salen tropas a defender la “libertad”, la “democracia” y a llevar “la paz” a otros lugares. La manipulan/distorsión de la realidad que generan los medios de comunicación —qué decir de la programación basura de la televisión—, para ocultar toda la verdad sigue surtiendo efecto para mantener adormilada la ciudadanía.
Los sucesivos gobiernos desde la guerra de Vietnam se han encargado de manipular/ controlar/financiar a su “opinión pública” para que se mantenga al margen de tocar asuntos de “seguridad nacional” o bajo ese muro con tal de esconder la verdad de los acontecimientos. Ahí está ahora, que tras la revelación de los materiales sobre las guerras de Estados Unidos contra el mundo —una política que oficializó el Congreso de ese país a partir de su reacción contra el “terrorismo” promovida por el gabinete de halcones de Bush, los excolaboradores de su padre—, comenzó la persecución a Julian Assange.
Con delitos fabricados primero con tal de encarcelarlo, bajo pretextos después porque ninguna de las acusaciones ha tenido sustento jamás —ocultando siempre el motivo real de la divulgación de los crímenes, eso sí, de guerra del Departamento de Estado en el exterior—, en un proceso completamente amañado, comenzó el viacrucis para Assange desde su detención en 2010 en Suecia.
El paso por la Embajada, territorio de Ecuador, que tuvo a bien ofrecer en su momento el presidente Rafael Correa, se vino abajo tras negarle la protección el sucesor Lenin Moreno luego de siete años de estancia. Sacado por la fuerza por la policía británica, Assange fue llevado de inmediato a la cárcel de alta seguridad de Belmarsh —la Guantánamo de Londres—, prisión desde donde ha enfrentado el torcido acoso judicial en las últimas audiencias del proceso en su contra. Lo último del caso ocurrió este viernes 17 de junio 2022. Ha sido la ministra del interior del Reino Unido, Priti Patel, quien aprobó la extradición del fundador de WikiLeaks, Julian Assange, para ser procesado en Estados Unidos.
Pareciera tratarse del último eslabón de la cadena, luego de pasar por la Corte Suprema que dictaminó en su contra al determinar que no existían “dudas legales” sobre las “garantías” presuntas que ofreció la autoridad estadounidense sobre un posible maltrato a Assange.
Cabe un hilo de esperanza
Queda todavía la apelación del cuerpo de abogados dentro de un plazo de 14 días. “La decisión no es el final de la pelea” dijo la defensa de WikiLeaks. Pero ya el Ministerio del Interior —justificando la tropelía contra Assange que amenaza su propia vida— ya declaró que la extradición no será “incompatible con sus derechos humanos” y mientras esté (¡sic!) en Estados Unidos “será tratado adecuadamente”.
Sin otro delito contra el cual deba apelar, a la defensa no le quedan más recursos que fundar los motivos políticos para la extradición y, desde luego, la violación de la libertad de expresión, pero también de la sociedad a estar informada de los oscuros procesos del ejército en cuestión.
Por tanto, es claro que al juicio contra Julian Assange en Estados Unidos, por la publicación de materiales de interés público —y no solo de “interés nacional”—, es fruto de una acción ilegal de la “justicia” anglosajona que antepone intereses políticos ajenos al caso, a un juicio limpio mediante el cual hace años que Assange estaría libre.
Pero es la venganza de las elites estadounidense, militares y políticas (Hilary Clinton, por ejemplo, fue abiertamente exhibida por sus propias acciones), quienes no perdonan.
Claramente pretenden matar al mensajero, cuando precisamente el mensaje es claro:
de un país, Estados Unidos, con un ejército que viola normas internacionales y de la guerra misma, no obstante presumir proteger a la población ante cualquier incursión militar. “Hay precedentes que generan una certeza de que el señor Assange, estando en [el estado de] Virginia [sureste de EEUU], no tendrá un trato justo ni las consideraciones a su integridad física y psicológica”, han declarado sus abogados. Nada se descarta.
Por eso, tras el fallo de la ministra del interior del Reino Unido, Priti Patel, de avalar la extradición de Assange a Estados Unidos, no ha faltado quien expresara: “Lo lanzaron a los leones”. Sin importar la libertad de expresión ni de prensa en el mundo.
Por cierto, que la mayoría de la prensa que en su momento accedió a publicar las denuncias de WikiLeaks cometidas por Estados Unidos hoy no se ven ni escuchan. O ponen oídos sordos o se esconden. La protección de Assange no es negocio, ni publicidad, como sí lo fue la venta o consulta masiva de sus medios para el consumo de la información en comento.
Expresiones de la sociedad civil Queda la esperanza de los últimos recursos ante la propia justicia británica, así como ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Pero además la presión desde la misma sociedad civil, como por ejemplo la postura de los copresidentes del Comité pro Defensa de Assange compuesto por Noam Chomsky, Daniel Ellsberg y Alice Walker, quienes ayer mismo emitieron la siguiente declaración:
“Es un día triste para la democracia occidental. La decisión del Reino Unido de extraditar a Julian Assange a la nación que conspiró para asesinarlo, la nación que quiere encarcelarlo durante 175 años por publicar información veraz de interés público, es una abominación.
“Rechazamos que los autócratas más despreciados del mundo persigan a periodistas, editores y denunciantes. Repudiamos que los regímenes totalitarios engañen a su gente y tomen medidas enérgicas contra quienes desafían al gobierno.
“¿No deberíamos esperar que las democracias occidentales se comporten mejor?
“El gobierno de Estados Unidos argumenta que su venerada Constitución no protege el periodismo que desagrada al gobierno (eso no es política de Estado), y que publicar información veraz en interés público es un acto subversivo y criminal. Este argumento es una amenaza no solo para el periodismo, sino para la democracia misma.
“El Reino Unido ha mostrado su complicidad en esta farsa al acceder a extraditar a un extranjero por cargos de motivación política que se derrumban ante el más mínimo escrutinio”. Finalmente, hay dos hipótesis al menos que se manejan tras bambalinas en este caso, sobre los motivos de la “justicia” de Estados Unidos: 1) El juicio, así sea totalmente ilegal y absurdo, tiene por pretensión acotar el uso abierto del internet, pese al espionaje o precisamente por ello, más ahora que ya está operando el 5G; 2) Ley mordaza, atentatoria del ejercicio libre del periodismo, actividad para la cual no hay ni debe haber información oculta tratándose del “servicio público” —para servir a las sociedades—, de ningún poder y para cualquier Estado.
Como escribió también Julia Hall, de Amnistía Internacional: “No hace falta ser experto en derecho sobre extradición para entender que los cargos contra Assange tienen motivación política”.
* geopoítica.com
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