Ángel Bermúdez (@angelbermudez)/BBC News Mundo Foto: Reuters
Cuando Donald Trump hizo su advertencia, quizá no imaginó que le tocaría vivir una situación como esta desde la Casa Blanca.
En noviembre de 2014, mientras Estados Unidos estaba sacudido por las fuertes protestas callejeras en Ferguson (Misuri) por la muerte del joven afroestadounidense Michael Brown, de 18 años, a manos del policía blanco Darren Wilson, ocurrida en agosto de ese año, Trump alertó por Twitter:
“Nuestra país está totalmente fracturado y, con nuestro débil liderazgo en Washington, pueden esperar que disturbios y saqueos como los de Ferguson ocurran en otras partes”, escribió.
Incendios cerca de la Casa Blanca, enfrentamientos y saqueos: así vive EE.UU. “los peores disturbios desde la muerte de Martin Luther King”
Cinco años y medio más tarde, durante tres de los cuales él ha estado en la Casa Blanca, Estados Unidos vive las manifestaciones más graves desde las ocurridas en 1968 tras el asesinato del líder por los derechos civiles Martin Luther King Jr.
La mecha se ha encendido esta vez por la muerte en Minneapolis de George Floyd, un afroestadounidense de 46 años que falleció después de que un policía blanco le presionara el cuello con la rodilla durante más de 8 minutos.
Un caso que, por desgracia, se parece a otros en los últimos años.
Pero, ¿por qué esta vez el alcance de la protesta va mucho más allá de lo ocurrido en Ferguson?
Luego de casi una semana, ha habido manifestaciones callejeras en más de 75 ciudades y en más de 40 de estas han sido establecidos toques de queda.
Muchas protestas han derivado en disturbios, enfrentamientos, saqueos y detenciones.
Pese a las exigencias de distanciamiento social por el covid-19, las protestas han sido multitudinarias.
La situación también ha llevado a recurrir a la Guardia Nacional (una fuerza militar que EE.UU. reserva para emergencias), que hasta este lunes había desplegado más de 16.000 efectivos en 24 estados y Washington D.C.
BBC Mundo te cuenta cuáles han sido los factores que han llevado a esta ola de manifestaciones sin precedentes en medio siglo.
1. Una muerte que son muchas
La escena de la detención de Floyd, que derivó en su muerte, en la que un policía que lo tiene sometido permanece arrodillado sobre su cuello mientras él dice que no puede respirar, es considerada como el disparador de las protestas.
“Lo que puso todo esto en marcha fue el brutal asesinato de George Floyd la semana pasada. Eso fue el catalizador, lo que realmente llevó a la gente a las calles”, señala a BBC Mundo Ashley Howard, profesora asistente de Historia y Estudios Afroestadounidenses de la Universidad de Iowa.
La experta, sin embargo, destaca que esa muerte no ocurre en el vacío, sino en un contexto en el que las comunidades negras están constantemente sometidas a una excesiva vigilancia policial.
Esta situación ha llevado a una paradoja que Julian Zelizer, historiador político de la Universidad de Princeton, resume señalando que estas personas viven con miedo “porque se sienten vulnerables ante quienes se supone que deberían protegerlos”.
Es usual encontrar quejas de ciudadanos afroestadounidenses en redes sociales expresando su malestar porque sienten que la policía les detiene por el simple hecho de ser negros.
Más allá de su percepción de ser discriminados, hay datos duros que sugieren que tienen razones de peso para preocuparse por las fuerzas del orden.
“Las personas negras tienen 3,5 veces más probabilidad que las blancas de morir a manos de la policía cuando no están atacando ni tienen un arma. Los adolescentes negros tienen 21 veces más probabilidades que los blancos de morir por agentes de policía. La policía mata un negro cada 40 horas”, escribió en un artículo Rashawn Ray, investigador del Brookings Institution, un centro de estudios con sede en Washington D.C.
“Uno de cada 1.000 negros muere a manos de la policía. Y, pese a lo impresionantes que son, estas estadísticas representan una mejoría en relación con el pasado, Estas estadísticas son la razón por la cual desde Minneapolis a Los Ángeles hay gente protestando, marchando y causando disturbios”, agregó.
Parte de la respuesta a esta situación se ha venido articulando a través del movimiento Black Lives Matter, surgido en 2013.
“Cada vez más gente entiende lo que está ocurriendo, que esto es un problema sistémico y no un evento aislado. No es solamente una manzana podrida en un cuerpo de policía. Es un problema estructural mayor”, apunta Howard.
2. Racismo estructural
Pese a todo, los posibles excesos policiales en su contra no son el único motivo de preocupación para los afroestadounidenses ni el único motivo para protestar.
“No podemos dejar de lado que hay profundas desigualdades en Estados Unidos que afectan la vida cotidiana de los afroestadounidenses. Estas son el origen de que haya disparidades en cada una de las medidas significativas de la vida de los afroestadounidenses, desde la mortalidad materna, hasta las diferencias de ingresos y en la riqueza que pasa de una generación a otra”, indica Howard.
La experta refiere que los negros en Estados Unidos también van a la cárcel en una tasa mayor que los blancos y que otras comunidades; y que también hay diferencias en la calidad de la educación que reciben.
“Todas estas cosas están continuamente en el trasfondo. Es simplemente tener conciencia del hecho horrible de que tu vida puede ser borrada en cualquier momento. Eso también es algo que impulsa a la gente a salir a las calles”, añade.
3. Una pandemia que discrimina
Las protestas callejeras se producen en un momento en el que Estados Unidos ha sido duramente golpeado por la pandemia de covid-19, causando más de 100.000 muertes y dejando sin empleo a unos 40 millones de trabajadores.
“Sabemos que los afroestadounidenses sufren con esta enfermedad de forma desproporcionada. Ellos se están enfermando y muriendo a tasas más altas que el resto de estadounidenses. Eso está documentado. Ellos también están más expuestos debido al tipo de trabajo que realizan, pues están en primera línea como asistentes sanitarios, conductores de autobús, empleados de tiendas o de oficinas postales. Todos esos trabajos esenciales son cubiertos con frecuencia por personas negras, lo que potencialmente los pone en mayor contacto con la enfermedad”, afirma Howard.
Según la experta, la pandemia ha empeorado los problemas derivados del racismo estructural al afectar cómo la gente puede hacerle frente.
“¿Tienen acceso a atención médica?, ¿pueden tomarse el día libre en el trabajo si se sienten enfermos?, ¿les pagan ese día sin trabajar?, ¿tienen hospitales y médicos en sus comunidades a los cuales recurrir?, ¿si se enferman, tienen apoyo para el cuidado de los niños? Todos estos tipos de racismo sistémico y estructural que los afroestadounidenses enfrentan cotidianamente se exacerban en una crisis como la de esta pandemia”, apunta.
Julian Zelizer cree que la pandemia ha tenido un papel muy importante en impulsar las protestas callejeras aunque no sea su causa principal.
“Históricamente las protestas violentas ocurren en el verano, cuando hay calor y la gente está incómoda y tensa, especialmente si viven en lugares llenos de gente. No tengo duda de que simplemente vivir esta pandemia del covid-19, que golpeó de forma más dura a muchos afroestadounidenses, generó mucho malestar. Estoy seguro de que la manera como se vivió esto de forma distinta para una parte de la comunidad afroestadounidense avivó la rabia sobre cómo funciona la sociedad estadounidense y creo que el temor por los empleos dejó a mucha gente molesta, lista para protestar”, afirma.
4. La respuesta de la Casa Blanca
Zelizer señala que estos factores se sumaron a una respuesta inapropiada por parte del gobierno de Donald Trump, creando “una mezcla inflamable”.
“(Trump) No ha ayudado para nada. Hay distintas cosas que los presidentes pueden hacer en una situación como esta pero, en general, la respuesta ha sido provocar violencia en contra de las protestas”, dice.
El experto cuestiona los llamados del mandatario a la ley y el orden, señalando que Trump se hizo eco de una frase según la cual “los saqueos llevan a tiroteos”, lo mismo que decían “algunas de las voces más reaccionarias” de la década de 1960.
“Necesitas un presidente que llame a la calma pero que también escuche y responda a las causas de lo que está ocurriendo”, afirma Zelizer.
“Trump no ha hecho nada de eso”, concluye.