- El ex campeón mundial fue elegido para ir al Salón de la Fama
A principios de diciembre, Rafael Márquez recibió la noticia de que fue elegido integrante del Salón de la Fama del Boxeo en Canastota, Nueva York, el recinto que consagra a los más grandes peleadores de la historia. Después de haber sido candidato, sabía que podía alcanzar el mayor premio que puede recibir un púgil retirado.
“Hay quien se arriesga por nada”, piensa Márquez; “yo me puse en peligro para ser parte de la historia del boxeo y lo conseguí”.
Rafa, quien fue campeón mundial en peso gallo y supergallo, sabe que sin los combates que sostuvo ante Israel Vázquez –sobre todo los tres primeros de la tetralogía– quizá no alcanzaría el privilegio de entrar en ese olimpo. La revista estadunidense Sports Illustrated la eligió entre las 25 mejores peleas de todos los tiempos, en una clasificación donde aparecen Sugar Ray Robinson, Jack Johnson, Muhammad Ali y George Foreman.
“Mis peleas con Israel fueron sangrientas y de lo mejor que se recuerda, pero nos costaron demasiado. Ahí se consumieron nuestras facultades de boxeo y se terminaron nuestras carreras”, recuerda.
Márquez cuenta que necesitó de tres cirugías en la córnea por las lesiones que sufrió en esos combates. Israel perdió un ojo como consecuencia. Después de aquellos episodios no volvieron a ser los mismos boxeadores y sus carreras llegaron a su fin.
“Cada que lo pienso llego a la misma conclusión: valió la pena”, dice sin titubeos; “si volviera a nacer y tuviera posibilidad de elegir un camino, volvería a ser boxeador y me subiría al cuadrilátero con Israel aunque todo terminara igual. Lo disfruté al máximo y lo sufrí, como todo lo que vale la pena”.
Cuando recibió la noticia de que entraría al Salón de la Fama, recibió una llamada Israel Vázquez, quien quería felicitarlo. Rafael le dijo que no tenía duda que pron-to también lo elegirían y que los dos contrincantes terminarían por ser consagrados; inmolados, pero guardados en la memoria.
También pensó en sus mentores, su padre don Rafael y en Ignacio Beristáin, el entrenador que llevó su carrera a sus momentos de mayor éxito junto a la de su hermano, el famoso Juan Manuel Márquez.
“Mi padre fue quien nos llevó a Juan Manuel y a mí al gimnasio cuando éramos niños y después fue Nacho quien nos guió hasta llegar a lo más alto. Ellos dos son mis mentores y a quienes les debo parte de lo que ahora tengo”, recuerda.
Don Rafael tiene 82 años y también fue boxeador. Inculcó a sus hijos la disciplina y el amor por el deporte. Dice que nunca imaginó que esos niños llegarían a ser campeones del mundo y mucho menos miembros del Salón de la Fama.
“Lo que nunca imaginé es que no sería uno, sino dos. Muchos peleadores jamás llegan a ser campeones. Entrar al Salón de la Fama sólo unos pocos y fueron mis dos hijos”, reconoce el padre.
Rafa siempre vivió junto al éxito más notorio de su hermano Juan Manuel, quien fue elegido al Salón en 2019. Aquel año lo celebró con la alegría de quien comparte los triunfos de su familia. Pero que ahora él sea nuevo miembro reconoce que es una reivindicación a su propia carrera y esfuerzo. La Jornada/Juan Manuel Vázquez