- Con fandango celebran la fundación del CaSon, recinto cultural independiente en Veracruz
Veracruz, Ver.
En el patio principal, sobre una tarima de madera, cinco mujeres y un hombre practican el zapateado jarocho. A un lado, debajo de un árbol, cuatro jóvenes percuten sus guitarras leonas, un instrumento de cuatro cuerdas que hace la función de bajo en el son jarocho. Y dentro de la casa, un grupo de niños siguen los versos de La Bamba que les dicta la instructora.
Son las 18 horas del sábado 18 de febrero, y el CaSon celebró 22 años de su fundación. Se trata de un centro cultural independiente que promueve el son jarocho. Aunque Gilberto Gutiérrez Silva, fundador del CaSon, prefiere que a este lugar ubicado en la calle Primero de Mayo esquina Díaz Aragón, en el Barrio de la Huaca, se le conozca como la esquina de la felicidad.
“En esta casa en el puerto de Veracruz promovemos talleres y actividades con la cultura del son jarocho, pero también de otros ritmos que forman parte de la cultura veracruzana, como el son montuno, el son veracruzano de raíz cubana, y el bolero”, destacó Gutiérrez Silva.
No es el único que tiene su definición de este espacio, Gisela Farías Luna, integrante de Mono Blanco y quien participa de las actividades del CaSon, define este lugar como “La Casa de Mono Blanco, la casa de la música popular veracruzana, y donde se realizan los fandangos y se hace comunidad”.
A 22 años de su fundación, el también director y uno de los fundadores del grupo Mono Blanco celebró que La Casa del Son sea un semillero para que en la actualidad el género jarocho se encuentre revitalizado, y esté dando de qué hablar en su lugar de origen, pero también en otras ciudades de Estados Unidos, Europa, Asia, y no sólo en escenarios musicales sino también en el mundo del cine.
Hasta este sitio llegaron versadores, bailarinas y músicos del son jarocho para participar del tradicional fandango que se realiza cada tercer sábado de mes para que los artistas locales tengan un espacio en donde ejecutar su instrumento y participar con su zapateado en la tarima.
Proyecto comunitario
“Este lugar es una referencia del son jarocho, aquí la gente puede bailar un fandango, escuchar la música, ser parte de la convivencia, pasar un buen rato”, refiere Gisela, entrevistada unos minutos antes de que participó en el fandango de ese sábado.
Gilberto Gutiérrez Silva se involucró en los trabajos de difusión del son jarocho y la música popular veracruzana en los tiempos en que la historiadora y académica especializada en el estudio del arte Ida Rodríguez Prampolini fundó el Instituto Veracruzano de la Cultura (IVEC) y promovió talleres culturales itinerantes por el estado.
En aquel tiempo Mono Blanco había iniciado sus talleres itinerantes de son jarocho, y el proyecto de Ida Rodríguez, que daba particular importancia al arte popular, fue una excelente mancuerna para revitalizar el son jarocho. Y aunque los cambios burocráticos hicieron que la aventura fuera breve, dejó una semilla.
“Tras la salida de Prampolini del IVEC, y con los cambios en la dirección del instituto por razones ajenas a la cultura, todo se complicó, así que nos dimos a la tarea de fundar este espacio de trabajo voluntario”.
El CaSon es un proyecto comunitario que se nutre de aportaciones voluntarias. Los dueños del inmueble prestan el espacio, y en él se desarrollan talleres de zapateado, jarana, guitarra leona, danzas africanas, y un laboratorio musical. Todo se sostiene por medio de aportaciones.
A lo largo de estas dos décadas por este espacio han desfilado varias agrupaciones musicales para participar en el fandango que se realiza el tercer sábado de cada mes: Los Soneros de Tesechoacán, Los Cultivadores del Son, Río Crecido, Estanzuela, Son de Madera, Los Cojolites, Sonex, El Colectivo Altepee, los grupos indígenas Santa Rosa, Taconteno, y cantadores de oficio de Los Tuxtlas, que son versadores con gran destreza para improvisar versos en el momento.
Como parte de los instructores que han desfilado por la casa del son, destaca la presencia de César Castro, quien fue fundador junto con Gilberto Gutiérrez de este proyecto, y quien impartió por varios años el taller de guitarra de son y jarana. Ahora Castro se encuentra en Los Ángeles donde continúa promoviendo el son jarocho con talleres de música y laudería.
“Desde allá ha sido solidario con el CaSon, la comunidad chicana ha hecho actos para apoyar la supervivencia del proyecto, una vez donaron una computadora, también han venido a convivir con nosotros.”
Otros talleristas que han pasado por este centro son Ignacio Nacho Hernández, de Los Cultivadores del Son, que encabeza Andrés Moreno, y Rafael Vázquez, grupo Estanzuela, que daban talleres de zapateado y jarana.
Ahora, los talleres de el CaSon están en manos de la familia Campechano de San Andrés Tuxtla. Mariana da el taller de jarana; Lorena imparte zapateado; y Juan instruye sobre guitarra de son.
Del laboratorio musical se encarga Luis Figueroa, quien va guiando a los asistentes para integrar un ensamble que permita desarrollar para hacer un acople, y puedan ejecutar alguna pieza musical en específico. Del son montuno se encarga Leonardo Huerta, de 90 años, quien enseña a todo el que quiera ejecutar los sones de la música tropical y cubanos.
“No tenemos orientación a que vayan a ser músicos profesionales, si alguien desea seguir ese camino nosotros lo apoyaremos, pero la finalidad es que puedan conocer la cultura en torno al son jarocho y pasar un buen rato”, compartió Gutiérrez.
Sobre este punto, Gisela Farías destacó el carácter de “pegamento social” que tiene el son jarocho, ya que en las actividades del CaSon se reúnen personas de todas las edades: niños, jóvenes, personas de edad adulta, y adultos de edad avanzada.
“Hay una señora que viene con su esposo, ya de edad avanzada, que viene porque si se queda en casa su esposo se queda paralizado, sin hacer nada. Aquí vienen, toman el taller, escuchan la música, y se regresan a casa contentos, esa es la importancia de este espacio.”
Fandango cada mes
La emergencia por covid que obligó al confinamiento domiciliario y la suspensión de actos multitudinarios, también afectó las actividades del Cason.
“Aquello fue como un socavón, nos afectó mucho, estuvimos dos años sin actos ni talleres, nos dejó muy golpeados, y apenas nos estamos recuperando”, refiere Figueroa, quien se pasea como anfitrión entre los fandangueros que se han dado cita para celebrar el 22 aniversario de este centro comunitario de difusión cultural.
“A diferencia de las instituciones oficiales que no mantienen los proyectos más allá de uno u otro periodo de gobierno, o que no mandan presupuesto, o que cambian de director, el CaSon hace fandango cada mes –sólo suspendimos dos años por pandemia– pero de ahí en fuera, aquí hemos estado. Este es el cuarto fandango que hemos hecho tras el covid.”
El CaSon es punto de reunión para los amantes del son jarocho que vienen de otros estados de la República a visitar Veracruz. Y también es un refugio para jóvenes que por razones de estudio emigran al puerto procedentes de la zona de Jáltipan, Los Tuxtlas, Hueyapan de Ocampo, porque acá pueden continuar practicando el son jarocho.
“Ahora hemos tenido una relación con el Tecnológico de Veracruz porque muchos de los jóvenes que han pasado por ahí, vienen a dar al CaSon para cantar y bailar, ellos llegan de sus pueblos, y encuentran un espacio para continuar conociendo su cultura.”
A dos décadas de la fundación de el CaSon, Gilberto Gutiérrez observa que la cultura del son jarocho se encuentra revitalizada. Y advierte varias señales de eso, que van desde lo local al ámbito internacional.
“En estos años el son jarocho se ha afianzado, se ha arraigado en el puerto de Veracruz. Al principio éramos los únicos, pero ahora hay fandango en diferentes espacios, hay otros lugares que hacen talleres de laudería, como el museo de la ciudad. En una de las pasadas reuniones que tuvimos, llegué a contar 12 espacios independientes de actividades culturales, eso nos habla de que vamos mejorando el quehacer cultural de la ciudad”.
Gilberto también destacó el trabajo que hace César Castro, cofundador del CaSon, desde Los Ángeles, donde se promueven los talleres de son jarocho, laudería y zapateado. Pero también reconoce que el son jarocho es famoso en Europa y en Asia.
Gisela Farías coincide con Gilberto al señalar que “el son jarocho en la actualidad está vivo, no sólo en Veracruz sino en muchas partes del mundo se está tocando y estamos muy contentos de que así sea”.
Después de la presentación de un recetario de cocina veracruzana y del libro El renacimiento del son jarocho y el grupo Mono Blanco (1977–2000), el fandango comenzó poco después de las 21 horas, con la presentación del grupo de Casa, mientras alrededor del jardín principal, los músicos esperaron con su guitarra al hombro la señal para participar del escenario. Hay mucho que celebrar, y la tertulia se extendió hasta las 02:00 horas del siguiente día.
Este año, la celebración del CaSon encontró a Mono Blanco y al son jarocho con una gran noticia entre las manos, ya que la canción de Rihanna creada para la película Black Panther: Wakanda Forever, donde ellos participan con instrumentos de son jarocho, ha recibido una nominación al Óscar 2023.
“Nos invitaron a participar en la banda sonora de esta película, hicimos el trabajo, pero todo bajo un proyecto llamado Panther II, hicimos todo lo que el director musical nos pidió, y al final, faltando días para el estreno de la película nos dieron la sorpresa de que parte de la música que hicimos estuvo en la banda de Wakanda Forever, una super sorpresa que los sonidos de instrumentos jarochos hayan tomado tal fuerza que andan participando en el mundo del cine.”
En esta melodía hecha para el cine, se pueden escuchar instrumentos del son jarocho como el arpa, la jarana, el requinto, la guitarra de son, y el guitarrón jarocho, augurando una larga vida al CaSon y al son que le da vida.