- Una investigadora escribe un artículo sobre la violencia policiaca en EU contra la raza negra y que ha terminado con la muerte del afroamericano mientras el policía termina en la mayoría de los casos en libertad
En la sociedad norteamericana el ser negro o latino implica ser automáticamente un delincuente, drogadicto, traficante de drogas, asaltante o violador y debe ser “exterminado” o estar en la cárcel donde debe ser tratado de manera inhumana y nunca salir de ahí, porque es el enemigo número uno y la policía lo debe someter por medios violentos para controlarlo.
La comisión de delitos menores, infracciones o la sola presunción de ellos como consecuencia de la estigmatización, establecimiento de perfiles delincuenciales generalmente racializados y construcción de perfiles raciales -principalmente dirigidos a los hombres afroamericanos con edades comprendidas entre los 18 y 44 años-; se presentan como escenario favorable para la discrecionalidad policial, la actuación subjetiva, malos tratos y empleo de la fuerza.
En los últimos años han sido documentados, con alarmante regularidad, reportes y denuncias que dan cuenta de la recurrente tendencia de la policía a la puesta en práctica de acciones de intimidación, persecución, acusación injustificada, discriminación explicita, agresiones verbales y físicas como: golpes, patadas, empujones, aplicación de técnicas de inmovilización, descarga repetida de armas de electrochoque, así como, realización de disparos contra personas desarmadas.
Por su parte los cuerpos policiales se caracterizan por la ausencia de mecanismos confiables, expeditos y oportunos de seguimiento de las actuaciones policiales y en pocos casos existe una real supervisión policial; los departamentos de la policía y los grupos de pares con frecuencia encubren abusos y prácticas de brutalidad policial ejercida por algunos de sus miembros bajo el argumento de “amenaza” de la vida del funcionario, “defensa propia”, o haber actuado en defensa de peligro inminente de otras personas o la propia víctima.
Estos hechos favorecen la calificación de justificadas y necesarias a las actuaciones lideradas por el uso excesivo de la fuerza, así como la realización de disparos -la cual además es la principal causa de muerte de los afroamericanos en los encuentros fatales con la policía-. Se ha institucionalizado el abuso policial y el “castigo” como acto resolutivo por excelencia.
De acuerdo a un estudio elaborado por Esther Pineda “Brutalidad Policial y Asesinato Selectivo: Discriminación Racial en Estados Unidos”, el racismo ha estado presente en las diferentes etapas del proceso histórico de constitución y organización de la sociedad norteamericana, y ha invadido las distintas instituciones formales e informales que la componen.
Por lo tanto, dice, no ha de sorprendernos que la institución policial haya sido desde sus orígenes profundamente racista, y aún hoy no está desprovista de ideología, ya que quienes la conforman fueron socializados en una sociedad segregacionista, desigual, donde muchos de los líderes de las instituciones formales del Estado, de los cuerpos de seguridad y de las fuerzas policiales formaron y forman aún parte de los grupos de supremacía blanca.
Incluso, agrega, quienes crecieron en la era pos derechos civiles no escapan de los prejuicios y los imaginarios criminalizados sobre la población afroamericana, lo cual, aunado al racismo estructural y la impunidad naturalizada, ha sentado las bases para el ejercicio de la violencia policial.
Menciona que la violencia policial contra los afroamericanos ha sido una constante en los Estados Unidos, esa violencia que durante la esclavitud ejercieran los amos, con el proceso abolicionista el monopolio de la violencia pasó a manos de la policía, la cual con las leyes de Jim Crow fue dotada de los argumentos jurídicos y morales para ser ejercida contra todo aquel que osara real o potencialmente a transgredir la segregación racial.
Estas prácticas de encarcelamiento injustificado y violencia policial se intensificarían durante la lucha por los derechos civiles, generándose frecuentes enfrentamientos entre manifestantes afroamericanos y las fuerzas del orden, los cuales reportaron importantes índices de muertes y heridos.
En las décadas posteriores a la aprobación de la Ley de Derechos Civiles y la entrada en la ficticia época posracial de los Estados Unidos, la violencia policial contra los afroamericanos se ha mantenido, evidenciándose periódicos repuntes de episodios de violencia y asesinatos de afroamericanos, principalmente durante los gobiernos demócratas.
Como bien ha puesto en evidencia la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en su informe, La situación de las personas afrodescendientes en las Américas, publicado durante el año 2011, la racialización de las personas favorece que este grupo étnico sea “más susceptible de ser sospechoso, perseguido, procesado y condenado, en comparación con el resto de la población”.
“Los vuelve vulnerables, dificulta su acceso a la justicia, y les convierte en víctimas de forma sistemática y repetida de prácticas como:
Vigilancia policial injustificada e interacciones negativas con la policía; mayor atribución de delitos y sometimiento a prisión preventiva; arrestos desproporcionados y sobre representación en el sistema de justicia penal y mayor número de condenas y sentencias, así como, imposición de penas más duras”.
Además, agrega, se ha consolidado por parte de los funcionarios y las fuerzas de seguridad formales de los Estados, el establecimiento de “racial profiling”, es decir, perfiles raciales, los cuales se definen como:
“Una acción represora que se adopta por supuestas razones de seguridad o protección pública y está motivada en estereotipos de raza, color, etnicidad, idioma, descendencia, religión, nacionalidad o lugar de nacimiento, o una combinación de estos factores, y no en sospechas objetivas, que tiendan a singularizar de manera discriminatoria a individuos o grupos con base en la errónea suposición de la propensión de las personas con tales características a la práctica de determinado tipo de delitos”.
Estos perfiles raciales, precisa, se han convertido en práctica habitual para la realización de redadas en sectores populares, requisas callejeras, interrogatorios, cacheos, obtención de confesiones reales o ficticias, encarcelamiento y asesinato de presuntos delincuentes. El Independiente/Adolfo Sánchez Venegas
Fuente: Estudio sobre la violencia policiaca e información de muerte de afroamericanos