- Tras un lustro ausente de los escenarios en la capital mexicana, El Sol vuelve a brillar
Puntual, sobrio, elegante, generoso como nunca ante ese público que es el sostén de su vida profesional, Luis Miguel volvió a cantar en la Ciudad de México, su bastión, la noche de este lunes, luego de cinco años de tempestades mediáticas, económicas y personales que lo alejaron de los escenarios y que, incluso, daban por acabada su carrera.
No sólo es un ave fénix que renace de sus cenizas. El cantante es, gracias a ese don que anida en su garganta y su duende (“encanto misterioso e inefable”), a sus 53 años, uno de los grandes ídolos populares de México, quizá el único que se da el lujo de cobrar los millones de dólares que se le antojan por show, a pesar de que desde 2010 no lanza un álbum con temas inéditos. Aficionados a las estadísticas calculan que durante esta gira que está haciendo historia en el mundo del espectáculo se le paga alrededor de 100 mil dólares el minuto de canto.
“Luismi lo vale”, aseguran sus seguidores: mujeres y hombres de todas las edades y estratos sociales, quienes para el espectáculo de anoche desembolsaron más de 9 mil pesos por un lugar cercano al escenario desde el cual cantar junto a su ídolo sus temas emblemáticos: Será que no me amas, Culpable o no, Hasta que me olvides.
El flautista de Hamelin y las sirenas de Odiseo quedarían perplejos ante el embeleso que la voz y figura de Luis Miguel provoca en las más de 22 mil almas que colman la Arena Ciudad de México en el primero de siete conciertos en este lugar, conectados todos por unos brazaletes que destellan luces para acompañar el espectáculo.
El artista luce radiante, entero, suelta un “¡Que viva México!”; canta con Michael Jackson, con Frank Sinatra; muestra videos de su infancia; se hace una selfi con sus seguidores. El público no necesita más para, en éxtasis, establecer una conexión única.
Hay muchos jóvenes veinteañeros acompañados de sus padres, no sólo chilangos. De todos los rincones del país llegaron a la cita; autobuses desde Mexicali o Veracruz, repletos de adoradores de Luismi.
El Sol hace gala de buena condición física bailando de un extremo al otro del escenario y, sobre todo, presume sus rangos vocales en los boleros, que son la delicia del concierto: Por debajo de la mesa, No sé tú, Como yo te amé, Solamente una vez, Nosotros, temas que ya no le pertenecen a Los Panchos o Armando Manzanero, sus intérpretes originales, sino a estas nuevas generaciones, que las redescubrieron en los años 90 en voz de Luismi.
El cierre del concierto es un volcán incandescente con las canciones que a mediados de los años 80 marcaron la incursión del niño Luis Miguel en la farándula: No me puedes dejar así y Palabra de honor. También, por supuesto, el himno de los fieles ahí presentes: La incondicional.
Con las poco más de 35 canciones, incluida la presencia del mariachi para acompañar la interpretación de La Bikina y La media vuelta, concluyen casi dos horas de concierto en las que Luis Miguel y su público refrendaron que son un solo ente que no existe el uno sin el otro, en un intercambio de música y veneración que todavía dará mucho de qué hablar. Larga vida al Rey Sol.
La Jornada/Mónica Mateos-Vega Foto: Cristina Rodríguez