Hace 16 años, en las aulas del Instituto Politécnico Nacional (IPN) nació una herramienta gráfica sencilla pero contundente: el violentómetro. Diseñada como una regla de 30 centímetros, esta guía visual busca identificar y clasificar las distintas formas de violencia que se viven en relaciones interpersonales, muchas veces normalizadas o invisibilizadas en la vida cotidiana.
Su creadora, la doctora Martha Alicia Tronco Rosas, filósofa y educadora, así como fundadora del Programa Institucional de Gestión con Perspectiva de Género del IPN, desarrolló esta herramienta como respuesta a una serie de denuncias anónimas que llegaban a su oficina. Eran estudiantes, docentes y trabajadores que hablaban de maltratos y violencia dentro del entorno académico, muchas veces bajo la forma de relaciones de pareja.
En 2007, al frente de la recién creada unidad de género del IPN, Tronco organizó una encuesta aplicada a más de 14 mil estudiantes. El objetivo era claro: entender los hábitos, condiciones de salud y experiencias de violencia entre quienes hubieran tenido al menos una relación en el último año. Lo que encontró fue alarmante.
“Me cela, pero solo un tantito”, “me revisa el celular”, “me pellizca, pero por cariño” fueron frases recurrentes en las respuestas. Estas conductas, aunque vistas por quienes las vivían como demostraciones de afecto, eran expresiones claras de violencia.
Frente a ese panorama, Tronco decidió crear una herramienta de bajo costo, práctica y pedagógica. Así nació el violentómetro, una regla de escritorio con escalas de color que representan el incremento en la gravedad de las violencias: desde bromas hirientes y celos, hasta amenazas, agresiones físicas y feminicidio.
El instrumento se divide en tres bloques: el primero abarca señales como ridiculizar, chantajear o controlar; el segundo incluye agresiones físicas leves, como empujones o destrucción de objetos personales; y el tercero muestra la violencia extrema, desde amenazas con armas hasta el asesinato.
Desde su creación, el violentómetro se ha traducido a idiomas como maya, italiano, euskera y chino. Hoy circula en escuelas, instituciones públicas y organizaciones de América Latina, Europa y Asia. También se ha adaptado a formato digital, incluyendo una aplicación móvil que permite a los jóvenes identificar comportamientos violentos.
Martha Tronco subraya que este instrumento ha sido clave para visibilizar formas de violencia que muchas personas no identificaban como tales. «No es protección ni amor cuando alguien te controla o decide por ti», señala. En su experiencia, la violencia en las relaciones funciona como una humedad: se instala lentamente y cuando se hace evidente, ya ha deteriorado profundamente el entorno.
En México, donde según datos de la UNESCO se registran en promedio 10 feminicidios diarios, herramientas como el violentómetro han permitido a miles de personas iniciar procesos de autoconocimiento, denuncia y acompañamiento. ONU Mujeres estima que una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual en algún momento de su vida.
La doctora Tronco también insiste en incluir a los hombres en el diálogo. Relata que durante talleres de paternidad muchos reconocen el deseo de romper los patrones que vivieron en sus propios hogares. “Cuando les preguntas si quieren ser como sus padres, muchos lloran. Dicen que no. Y ese es un punto de partida”.
El violentómetro no busca solo señalar a las víctimas. También interpela a quienes ejercen la violencia y promueve una revisión colectiva de las formas de relacionarse. “Hay que revisar nuestros vínculos, nuestras familias, nuestras amistades. Esta herramienta es apenas el primer paso hacia una transformación social más profunda”, concluye Tronco.
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