En una misiva generada desde el Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens llama a los bancos a ser parte de la solución y no un problema para las empresas.
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“Ha llegado el momento de utilizar los colchones que las entidades acumularon en sus balances en los buenos tiempos. Para aumentar aún más la capacidad de préstamo, necesitamos que globalmente se suspendan la distribución de dividendos y las recompras de acciones de los bancos”.
Ese es el llamado desde Basilea en Suiza, de Agustín Carstens, director General del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) hacia los banqueros del mundo, que, considera, deben ayudar a brindar oxígeno a las compañías que se encuentran al borde del abismo financiero.
“La regulación prudencial vigente se diseñó para evitar que los bancos se endeudaran en exceso. Sin embargo, ahora mismo tenemos el problema contrario: los bancos no están llenando el vacío dejado por la retirada de la financiación a través del mercado. Para ofrecer a las empresas viables oxígeno que les permita superar el repentino parón económico causado por la Covid-19, hace falta una solución que permita salvar el último tramo que separa a los prestamistas potenciales de las empresas que se encuentran al borde del abismo”, advierte en una misiva distribuida por diario Financial Times.
Para Carstens, será importante que las intervenciones de los bancos centrales para atajar la crisis lleguen a las personas y las empresas que, en última instancia, son las perjudicadas.
“El último tramo del canal por el que debe transmitirse esa ayuda todavía no se ha construido y debe establecerse de manera urgente”, advierte.
El economista establece que uno de los factores que distinguen a esta crisis de la de 2008 es el conjunto de actores implicados, pues la crisis de 2008 se produjo de una crisis bancaria global surgida en torno a prestamistas sobre endeudados. Entonces, los bancos centrales contaban con instrumentos directos para mitigar la tensión en el sistema bancario, como proporcionar financiación a los bancos en dificultades, o realizando compras de activos.
Carstens recomienda que cada banco central destine su liquidez en dólares a evitar que se rompan las cadenas mundiales de suministro.
“Concretamente, los préstamos con avales públicos concedidos por los bancos para financiar créditos a clientes que formen parte de las cadenas de producción globales también se podrían titulizar y financiar mediante una facilidad del banco central. La necesidad de salvar el último tramo no solo se da en las economías nacionales, sino que también es aplicable al conjunto del mundo”, señala.
El experto en finanzas públicas y política monetaria hace énfasis en que la crisis de la financiación de mercado necesita soluciones en el mercado, pues considera que, para que la liquidez de los bancos centrales llegue hasta el último rincón del sistema financiero, debe destinarse directamente a las personas y las empresas que más la necesitan.
“En caso contrario, las medidas de los bancos centrales caerían en saco roto. El manual de la respuesta a la crisis de 2008 nos brinda algunas de las herramientas necesarias, como la facilidad de financiación de títulos comerciales, pero no basta. La decisión de la Reserva Federal estadounidense de entrar en el mercado de bonos corporativos es un paso valiente en la buena dirección. Pero hacen falta muchos más para salvar el último tramo y llegar así a las pequeñas y medianas empresa”, añade.